A veces, en el devenir vital de nuestros amigos animales se producen algunos hechos que nos sorprenden y como no los logramos encajar bien en el comportamiento habitual que les adjudicamos, los interpretamos traduciéndolos a nuestros propios esquemas.

Es por eso que un caso como el que os comentaré hoy y que desde luego posee misteriosas connotaciones, es conocido como una extraña exhibición de suicidio animal colectivo desde hace décadas, aunque es probable que no sean esas en origen las intenciones de sus protagonistas.

Para conocer los datos de este misterio, habremos primero de situarnos en la zona geográfica en donde tiene lugar. Debemos llegar hasta Ecuador.

Allí, en agrestes terrenos andinos y de una gran belleza paisajística, está ubicado el Parque Nacional Sangay y dentro de este, en la zona de Chimborazo, se ubica un conjunto lacustre conocido como las Lagunas de Ozogoche. Es este un grupo de unos 45 lagos de pequeño y medio tamaño, con una laguna mayor, la de Ozogoche, que es la más visitada y da nombre global a todas las demás.

Una vez que nos hemos situado, tenemos que conocer ahora al protagonista de nuestra historia. Se trata de unas aves de mediano tamaño y que en el lenguaje quechua tradicional de la zona son conocidas como “cuvivíes”

El cuviví, es, científicamente hablando, la especie conocida como “correlimos batitú” (Bartramia longicauda). Esta ave Caradriforme pertenece a la familia Scolopridae, siendo la única representante en su género, sin subespecies conocidas.

Es de mediano tamaño, teniendo una longitud en torno a los 30 centímetros, con una envergadura de poco más de medio metro, patas largas amarillas, al estilo de los limícolas, y un cuerpo de tonos terrosos con pintas.

Se le suele ver correteando por las marismas y zonas ribereñas, a la busca de invertebrados y pequeños pececillos que son la base de su alimentación.

Su área de distribución principal está en Norteamérica, desde Alaska hasta el Sur, por donde tiene su hábitat principal, se reproduce y nidifica. Sin embargo, para optimizar las estaciones, realiza todos los años una migración hacia Sudamérica, llegando hasta Chile y distribuyéndose temporalmente por otros países también, como por ejemplo Ecuador. Después acabará volviendo al Norte.

Y es en esa migración en la que está el quid de la cuestión, al llegar a la laguna de Ozogoche que mencionaba al inicio, puesto que en ese escenario tiene lugar el drama que llamó la atención de los pobladores de la zona hace ya decenas de años.

Resulta que lo que han venido observando es que todos los años a poco de iniciarse septiembre, comienzan a aparecer oleadas de cuvivíes en su paso migratorio. Lo aterrador del caso es que cientos de ellos se precipitan a las aguas de la laguna muriendo ahogados en una suerte de extraño suicidio colectivo.

De hecho, en esos días, los lugareños llenaban canastas enteras con los cuerpos de las infortunadas aves, que se convertían en una parte esencial de su sustento en la temporada.

En los términos de los antiguos relatos que hace más de 50 años los ancianos locales contaban a un guía de montaña, de nombre Enrique Veloz, que dio las primeras alarmas sobre el tema, sin mucha repercusión en aquel entonces, las aves aparecían a mediados de septiembre y era en esos momentos cuando tenía lugar el día del tributo sagrado.

Uno en el que el cielo se tornaba gris por la tormenta y a lo lejos se oía el aullido del lobo junto al quejido como de un ashcu (perro) del supay (diablo). Era el preludio de lo que estaba por acontecer.

De improviso, en el cielo aparecían cientos de pequeñas aves. Eran los cuvivíes, que emitiendo un canto de dolor se precipitaban desde las alturas sin dudarlo hacia las frías aguas de la laguna, muriendo a decenas. Después, los nativos, dando gracias a sus dioses por la ayuda, recogían los cuerpos que les servirían de buen alimento en esas tierras inhóspitas.

Esta “recolección” estacional se ha venido manteniendo hasta nuestros días. De hecho se ha convertido incluso en un fenómeno social, siendo desde hace unos años el eje de un festival folklórico muy popular denominado el “Festival turístico cultural de Ozogoche. Tributo a las aves cuvivíes”, que cuando se celebre este septiembre alcanzará ya su edición número XVII.

Si bien es cierto que a medida que el festival fue ganando participantes y la presencia humana en la zona se ha hecho más abundante, las aves han modificado un poco sus rutinas y ya no son tantos los cuvivíes que eligen ese paso. A pesar de eso, todavía los asistentes pueden contemplar una muestra del dramático suceso y siguen muriendo aves allí.

Pero, ¿Por qué tiene lugar ese aparente suicidio colectivo? Obviamente a estas alturas ya ha habido un buen grupo de científicos que ha intentado hallar una explicación para estos hechos.

La teoría más extendida es que al llegar a la altura del Canal de Panamá, se produce una gran división en las aves viajeras, de tal forma que muchas acaban tomando una ruta que les lleva a surcar la cordillera andina a su paso por Colombia y Ecuador. Lógicamente enfrentarse a la imponente cadena montañosa les exige un desgaste mucho más elevado, de tal forma que al llegar a la zona de la laguna de Ozogoche, un gran número de ellas están tan exhaustas que simplemente colapsan, cayendo en la aguas.

Es por ejemplo la opinión del ornitólogo local Juan Carrión, que piensa que ese tremendo esfuerzo y no un suicidio consciente es la causa del fenómeno.

Sin embargo, últimamente están surgiendo otras corrientes con explicaciones algo diferentes, como por ejemplo la de la bióloga de la “Fundación Aves y Conservación”, Tatiana Santander, que cree que son más bien factores relacionados con la climatología, puesto que en sus estudios ha realizado necropsias a animales que no presentaban ningún síntoma de haber caído al agua por agotamiento y parecían estar en perfecto estado físico.

Es una zona y más en esa época del año, bastante proclive a la formación de densas tormentas acompañadas de fuertes lluvias y aparato eléctrico, por lo que la bióloga opina que seguramente en el interior de la tormenta se produzcan perturbaciones electromagnéticas que acaben desorientando a las aves y les hagan precipitarse hacia el agua, que al estar bastante fría y teniendo en cuenta que los animales están a plena temperatura por el esfuerzo del vuelo, les ocasiona un shock térmico casi instantáneo.

También hay quienes opinan que el reflejo de las aguas del lago les pueda atraer de alguna manera, como la luz a los insectos nocturnos, haciéndoles cambiar su rumbo y descender rápidamente hasta que no pueden evitar caer al agua.

Y por último está la antigua tradición nativa, que explica que las aves se suicidan conscientemente, enviadas por los dioses como ayuda para los humanos al inicio de la estación de las lluvias.

Sea como fuere, el caso es que el hecho se sigue produciendo, aunque por suerte cada vez se ven implicados un número menor de ejemplares.

Cosa esta última que espero siga siendo una constante este año cuando llegue el momento y de la que seguro tendremos noticias a través de los asistentes al festival.

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