Estoy convencido de que todos vosotros habéis oído o utilizado alguna vez la conocida expresión de “ir para atrás como los cangrejos”.

No hay un registro seguro del momento en que dicha frase o similar y con el sentido que le damos pasó a formar parte de los dichos populares, pero no hay duda de que se ha asentado para indicar sobre personas o situaciones, que se estancan, que no avanzan.

Y eso teniendo en cuenta que encima la afirmación no es precisamente exacta desde el punto de vista zoológico, puesto que los cangrejos se desplazan básicamente de forma lateral y no hacia atrás.

En efecto, los braquiuros, digamos los cangrejos genuinos, a diferencia de sus primos los macruros, como las langostas, que poseen un cuerpo longitudinal, han acabado evolucionando hacia un cuerpo ancho, redondeado y corto, con el abdomen comprimido debajo.

Eso ha hecho también que sus extremidades hayan acabado dispuestas de forma radial. Si le añadimos la forma en que funcionan sus articulaciones, el resultado de todo el conjunto es que para los cangrejos la manera más eficiente de desplazarse sea la lateral.

Pero obviamente para el dicho popular esos detalles no han contado y se ha transmitido como es. Ahora bien, podríamos preguntarnos cómo llegó a producirse ese cambio con respecto a lo observado en la Naturaleza.

Es aquí donde una antiquísima leyenda guaraní podría ayudarnos a resolver esa inquietud y por eso os la transmitiré a continuación.

Veréis, resulta que al principio de los tiempos, en los territorios primigenios, habitaban los padres primeros, Rupave y Sypave. Ellos tenían varios hijos y la dulce Yrasema destacaba entre todos ellos.

Poseía la joven una voz tan maravillosa como el murmullo de las aguas o el sonido del viento y cuando cantaba, hasta los pájaros callaban para disfrutar con tanta belleza, que inundaba los espíritus de cuantos seres vivos la escuchaban, haciendo incluso que el sol pareciera brillar más y los prados se sintieran más verdes.

Ella, dichosa por poder compartir su don, cantaba en cualquier momento llevando felicidad y alegría a su paso. Sin embargo, una noche las cosas iban a cambiar drásticamente.

Tras un día de canto particularmente intenso, la joven notó que la garganta le quemaba. Su madre se acercó y comprobó que Yrasema no estaba bien pues le ardía la cabeza y no tenía fuerzas.

Ante eso y como buena conocedora de los remedios naturales, avisó a otro de sus hijos, el travieso Japeusa, con el fin de que buscara en los campos una serie de remedios para ayudar a su hermana.

Le encargó que buscara hojas de agria y cáscaras de inga, que podrían mejorarla mucho. Pero sin embargo el muchacho, que siempre había tenido una gran envidia secreta hacia su hermana, decidió hacer algo diferente.

Por ello, en lugar de lo pedido, recogió hojas de ka’ati, ortiga y naranjas agrias. Cuando el propio Japeusa, sin esperar a su madre, le suministró a Yrasema el preparado hecho con esas plantas, el resultado fue fatal.

A la par que la niña moría, la Tierra emitió un sonoro lamento. Fue como si la tristeza hubiera aparecido por primera vez. Tal fue la conmoción que gente de muchas aldeas, incluso remotas, peregrinaron hasta allí en un conmovedor intentó de revivir a Yrasema con la unión de todos sus espíritus.

Todas las técnicas, todos los amuletos y conjuros, todas las oraciones, fueron utilizadas sin descanso en la tarea, sin resultado alguno.

Fue el momento de asumir la tragedia, por ello el primogénito de Rupave y Sypave y también hermano de la muchacha, Tume Arandu, como principal hombre sabio y conocedor máximo de la Naturaleza y sus misterios, habló para todos.

Les explicó que Arasy, la madre de la creación, se había llevado a su hermana para no regresar, por lo que debían depositar su cuerpo en la tierra para que la cobije a la vez que se alimente de ella para crear nueva vida. Les dijo también que Tupa, el dios de la creación, ha dispuesto de esa forma que la vida para todos ya no fuera eterna y a todos les llegará el momento de volver a la tierra y morar en ella para descansar.

Los que allí estaban congregados entendieron el mensaje, pero a la vez no tardaron en relacionar que si esas nuevas reglas les comprometían ahora, era por la intervención de Japeusa.

De ahí a saltar una chispa que se transmitió como un fogonazo entre los presentes con la idea de que Japeusa era el único culpable, solo pasó un suspiro.

Viendo la que se le venía encima, el muchacho optó por poner pies en polvorosa lo más rápido que pudo pues de lo contrario nada bueno le esperaba a manos de la turba que comenzó de inmediato a perseguirle.

En lo más profundo del bosque logró despistarlos, pero eso no implicó que terminaran sus males, puesto que un creciente sentimiento de culpa por lo que había hecho comenzó a adueñarse de todo su ser.

De eso no podía escapar, por más que lo intentó corriendo sin descanso día y noche por prados, bosques y caminos, sin encontrar consuelo.

Hasta que en un momento dado, quién sabe si por no aguantar más o buscando llegar todavía más lejos, acabó arrojándose a las aguas del caudaloso río.

Muchos días después y cerca de su aldea, el río devolvió a los hombres lo que quedaba de Japeusa, simplemente un esqueleto.

Los hombres recogieron los restos y a pesar del odio que habían sentido, los trataron con respeto. Entonces Tupa, decidió hacer algo más y sopló desde arriba haciendo que para sorpresa de todos los huesos se agitaran.

Se acabaron transformando en algo redondeado que al final desplegó sus patas y comenzó a caminar, si bien, de una manera extraña, pues lo hacía hacia atrás. Era un cangrejo. Pero a la vez todos supieron que era Japeusa.

Volvió hacia el agua enterrándose en la arena. De esa forma, el que nació de pie caminará para siempre hacia atrás. Jamás olvidará el mal que hizo porque para toda la eternidad Tupa le ha impuesto que recuerde.

Así, siempre irá hacia atrás, en el camino, en el tiempo, en la memoria y en la vida. Porque todos los recuerdos pertenecen al pasado y para andarlos, se camina al revés.

Esta es la historia guaraní y desde luego no me negaréis que podría explicar de una manera muy gráfica el origen de la frase que iniciaba esta entrada.

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