La todavía extensa selva del Amazonas es sin duda uno de los principales pulmones del planeta Tierra a la vez que fuente inagotable de leyendas y misterios, dado lo remoto, inhóspito e inaccesible de muchos de sus rincones.

Es el hábitat de especies animales que ya por sí mismas son dignas de respetar y temer, como los bellos jaguares, los acorazados caimanes o algunas de menor tamaño como arañas o serpientes.

Si bien, en esta última categoría tampoco faltan animales de gran porte como las boas y sobre todo las conocidas anacondas, que siempre están disputando el título de serpientes de mayor longitud a sus primas las pitones, con historias entre unas y otras de ejemplares que han sobrepasado los diez metros de longitud.

Y Ahora que hablamos de ello os recordaré antes una pequeña precisión que ya hacía tiempo atrás (https://www.misterioanimal.com/sorpresa-en-el-lago-colico). En realidad, por la cuenca del Amazonas habitan, no una, sino dos especies de anaconda: La anaconda amarilla (Eunectes notaeus) y la anaconda verde (Eunectes murinus).

La primera es algo más pequeña y bastante más tímida y esquiva, siendo la segunda, la verde, la más grande, la que ha dado lugar a la fama de estas serpientes y la que todos tenemos en la cabeza o vemos en las películas cuando se trata de meternos el miedo en el cuerpo.

Son además las hembras las que alcanzan un mayor tamaño tanto en longitud como en grosor, pues los machos quedan algo más atrás, representando el caso de dimorfismo sexual más acusado entre las serpientes.

Siendo un animal sin duda formidable y temible, no faltan testimonios de encuentros fatales con los humanos, si bien, en los enfrentamientos casi siempre la que sale perdiendo es la serpiente.

Pero es sin duda un animal que está muy presente en el imaginario colectivo de los habitantes de sus zonas de difusión, siendo por sí misma todo un icono.

De hecho, en el terreno del puro misterio, una versión gigante de la anaconda es la protagonista de una de las más arraigadas leyendas ancestrales de por allí, especialmente en la selva peruana y muy concretamente por la región de Madre de Dios.

Hablo de la conocida como “Yacumama”, nombre que viene a significar “madre del agua”, dada su preferencia a permanecer en o cerca del agua. Se dice que su morada principal se halla en la laguna de Yarinacocha, ubicada en el distrito peruano de Ucayali, desde donde se aventura por las aguas del río Amazonas, de las que se la considera su espíritu protector.

En algunas regiones es conocida también como “Sachamama”. Se le otorgan cualidades divinas y es venerada por ello, buscando además que la Yacumama proteja a las poblaciones, sus cosechas y habitantes, así como el entorno natural.

Al parecer su aspecto es igual al de las anacondas, pero con un tamaño desmesurado pues se dice que alcanza los cincuenta metros de longitud. También se dice que es prácticamente ciega, por eso no tiene problema en reptar por los oscuros y fangosos fondos acuáticos.

Posee la capacidad de lanzar chorros de agua a presión con los que llega a derribar árboles para poder hacerse caminos que le permitan desplazarse en tierra con mayor facilidad y a la hora de alimentarse, aparte de su impresionante fuerza constrictora, presenta otra curiosa característica como es la de poder aspirar a distancia a la incauta presa que entre en su radio de acción.

La Yacumama es extremadamente longeva y llega un momento, que los relatos tradicionales especifican se llega a producir pasados al menos mil años, en el que alcanza tal tamaño y peso que le resulta ya muy complicado desplazarse, por lo que prepara un remoto rincón en lo más profundo de la selva, siempre teniendo cerca la cuenca del río, lo despeja a su conveniencia y establece allí su refugio permanente.

Entonces simplemente se mantiene tranquila allí y cuando el hambre le acucia utiliza otra más de sus habilidades especiales, se prepara con su cabeza fuera del agua y emplea un irresistible poder de atracción casi hipnótico, que hace que las presas vayan directamente hacia sus fauces.

Por supuesto esto incluye a cualquier incauto humano que se aventure por las proximidades. De hecho, en ocasiones se ha explicado así alguna desaparición misteriosa o incluso se han llegado a ver corrimientos de tierra como una consecuencia de sus desplazamientos. Quizá sea el precio a pagar por tener a la Yacumama como protectora natural del entorno.

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