El 24 de mayo de 2020, una noticia con protagonista animal fue reproducida en muchos medios por todo el globo.

Su origen estaba en el zoológico de Moscú y venía a decir que uno de sus habitantes más icónicos, “Saturno”, había muerto con unos 84 años de edad calculados.

La criatura con nombre de planeta era en efecto uno de los inquilinos más célebres de la instalación moscovita. Se trataba de un reptil, más concretamente de un imponente caimán del Mississippi que llegó a los cuatro metros de longitud y doscientos kilos de peso.

Si bien desde luego, era un animal formidable, tampoco era el único reptil de este tipo en zoológicos del mundo, ni siquiera el más pesado o el más grande, pero tenía algo que lo hacía muy especial y ese algo era su historia vital.

Para conocerla, habremos de volver varias décadas atrás. Aproximadamente hasta finales de 1935, principios de 1936. En esa época, se piensa que nuestro caimán protagonista salió de su huevo en un nido a lo largo del río Mississipi o de alguno de sus afluentes cercanos.

Allá como a finales del verano de 1936, aparentemente sin llegar todavía al año de vida, se cree que fue capturado por mercaderes de animales y finalmente acabó siendo adquirido por el zoo de Berlín, a donde llegó ese mismo año.

Parece que a la gente le gustó el exótico reptil y su instalación era un punto de atracción. De hecho, cuentan las crónicas que el mismísimo Adolf Hitler era un asiduo visitante del animal. Se ha llegado a decir incluso que lo adoptó como mascota, aunque ese último matiz no parece del todo comprobado.

Lo que sí es cierto es que era un animal popular que vivía plácidamente bien atendido por sus cuidadores y eso continuó hasta que el devenir de la Segunda Guerra Mundial en su etapa final, transformó dramáticamente su entorno.

La noche del 22 al 23 de noviembre de 1943, se calcula que más de 700 bombarderos de la RAF británica cayeron sobre Berlín arrojando miles de bombas que devastaron una buena parte de la ciudad, entre ella la zona en la que estaba ubicada el zoo.

Hubo centenares de bajas entre la población y también entre los animales. Cuando todo acabó y en los días posteriores todos se afanaron por ayudar a los heridos, recuperar los muertos y valorar la magnitud de los daños, los que estaban en las destruidas instalaciones del zoológico intentaban también salvar a los animales supervivientes.

Fueron casos conocidos en la época los de un elefante, una cría de hipopótamo y un ave pico zapato, que lograron resistir y se hicieron muy populares para los berlineses.

En nuestro caso, la instalación de los reptiles quedó destruida y solo algún ejemplar de pequeño tamaño pudo ser encontrado. De Saturno no había ni rastro, por lo que se asumió su pérdida como una baja más del bombardeo.

Pero tres años después, en 1946, la historia iba a cambiar por completo con un capítulo lleno de misterio.

Tras el final de la guerra y el reparto correspondiente, los británicos estaban instalados en una parte de Berlín.

Una patrulla de sus soldados estaba realizando labores rutinarias de vigilancia por una zona de desagües cuando se toparon con algo que en principio les pareció un sueño, pues entre la vegetación un gran saurio les observaba.

Afortunadamente, no cayeron en el impulso de disparar primero y preguntar después y dándose cuenta de que habían dado con algo inusual, decidieron mejor intentar capturar vivo al reptil.

Así lo hicieron, pero al llegar a su base con su captura, los mandos británicos no quisieron saber nada del animal. Enterados los rusos, que estaban en otra parte de la ciudad, mostraron su interés y los británicos les acabaron entregando al animal en la ciudad de Leipzig, dentro de la zona soviética de Berlín.

El animal no tardó en ser identificado como el desaparecido Saturno, lo que asombró a los que conocieron la noticia. Cómo había logrado sobrevivir por su cuenta en la castigada ciudad durante esos tres años, pasó a ser un misterio que nunca se resolvió, pero el hecho es que el animal demostró ser todo un superviviente.

Finalmente, los rusos decidieron llevarse al reptil al zoo de Moscú, que pasaría a ser ya su hogar definitivo.

Fue instalado con todos los honores y pronto se hizo más famoso si cabe de lo que ya era en el zoo de Berlín, convirtiéndose en uno de los inquilinos icónicos de la instalación moscovita.

Durante las siguientes décadas eso se mantuvo y siempre fue uno de los animales favoritos de los visitantes, que admiraban su historia de coraje y supervivencia.

Por ello, cuando murió a finales de mayo de 2020, se decidió disecarlo y naturalizarlo para que tuviera un lugar de honor en el Museo Darwin de Moscú.

Tras unos meses de trabajos de preparación, afectados por la pandemia, el animal estuvo listo y en enero de 2021 fue expuesto por fin al público en la sección de vida silvestre de América del Norte.

El propio museo explicó en una nota de prensa que “Es un momento solemne. Cada empleado ha tratado al recién llegado con especial reverencia pues ningún reptil en el museo tiene una biografía tan rica. Era, sin exagerar, una leyenda del zoológico y había visto mucho en su tiempo”.

Se le preparó en una pose dinámica con la que hasta da la impresión de que el reptil puede echar a andar en cualquier momento y según indican los responsables del museo, transmite la majestuosidad que tuvo Saturno en vida.

Este animal legendario, quedará así para la historia, aunque quizá lo que más hubiera gustado conocer a la gente fue precisamente lo que nunca sabremos. De qué forma el tenaz animal consiguió sobrevivir esos tres años entre las ruinas de la devastada ciudad de Berlín, quedará como una parte indisoluble, que únicamente el protagonista conoció, de la historia y leyenda del caimán Saturno, el superviviente.

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