Para hoy os traigo una curiosa historia corta que viene a explicar nada menos que el origen de un animalito tan ligado hoy en día a nosotros, como el gato doméstico.

Que, por cierto, es posiblemente uno de los protagonistas más recurrentes en las leyendas y mitos populares que incluyen animales, corroborando esa cercanía con el ser humano.

En este caso, como decía, la historia tiene un origen hebreo y nos remonta a la remota antigüedad, a los tiempos de Noé, su famosa Arca y el terrible diluvio.

Como todos sabéis, el bueno de Noé recibió la misión de salvaguardar la diversidad animal embarcando a una pareja de cada especie de tal forma que tras la limpieza originada por las aguas, todo volviera a empezar de cero.

Pero al parecer, el voluntarioso hombre no realizó los oportunos planes de contingencia y no contaba con la propia fuerza de la Naturaleza y por ello al poco de iniciar el Arca su singladura de supervivencia, surgieron problemas inesperados.

Y la causa vino por unos de los pasajeros de menor tamaño pero más activos, que no eran otros que la pareja de ratones domésticos, que no habían podido sustraerse a sus instintos y se habían comenzado a reproducir.

Con esa premisa de partida, en poco tiempo pasó lo que tenía que pasar, que la inicial población de dos ratones creció exponencialmente y se convirtió en poco menos que una plaga que incomodaba al resto de pasajeros y, lo peor, que había comenzado a cebarse con las reservas de grano y alimentos que Noé tenía para todo el trayecto, poniendo en riesgo al singular pasaje al completo.

Algunos de vosotros pensaréis que lo mejor ante eso sería utilizar la pareja de gatos que Noé debía llevar. Sin embargo, aquí viene la parte interesante del relato, porque resulta que el venerable hombre no llevaba gato alguno.

Seguro que ahora os preguntaréis, y más los amantes de los gatos, por el motivo de semejante fallo de previsión logística. Pero tiene su explicación, tal como nos aclara el desarrollo de la historia.

Porque si continuamos, se nos dice que Noé no pudo embarcar ninguna pareja de gatos en el Arca por un motivo muy simple: No habían sido creados todavía.

Volviendo entonces al momento crítico de tener que salvar las provisiones de todos sus animales del acoso de los roedores, el hombre rezó desesperado a Dios para que le facilitara una solución al problema que tenía encima.

Y como no podía ser de otra forma, el Señor le escuchó. ¿Qué es lo que le dijo? Pues algo tan curioso como que tenía que acercarse al león macho y acariciarle la cabeza por tres veces.

Sin entender muy bien el consejo divino, pero con toda su fe y no sin algo de temor, todo hay que decirlo, Noé se acercó al imponente león macho que transportaba. El felino, casi como si supiera qué llevaba al hombre a tomarse esas temerarias confianzas, no hizo ningún gesto hostil hacia él.

Ya más tranquilo entonces, Noé acarició dulcemente en tres ocasiones la cabeza y frondosa melena del rey de la selva y entonces sucedió algo sorprendente.

De repente, el león mostró síntomas de ir a estornudar y efectivamente eso hizo con gran estruendo. Fue entonces cuando sucedió lo inesperado. De cada fosa nasal del gran felino, salió despedido algo como una pequeña copia en miniatura.

De esa forma, Noé se vio frente a una recién creada pareja de macho y hembra, de nuestro familiar amigo el gato doméstico.

Los nuevos animales no tardaron además en comprender cuál era su tarea y pronto comenzaron a dar caza a los abundantes ratones que había a lo largo y ancho del Arca.

En poco tiempo acabaron con la población sobrante, quedando una última pareja que Noé recogió para volver al punto inicial.

De esa curiosa forma, esta historia explica el origen del gato doméstico que ya desde el principio fue de utilidad para los humanos.

Hay también en alguna cita de este relato, algo así como un apéndice que vendría a explicar otro aspecto de los gatos que se cuenta coloquialmente como una de sus manías.

Según ese complemento, al parecer, una vez cumplida con éxito su misión, los gatos recibieron el agradecimiento y los honores de todo el pasaje, pero sucedió que los pequeños felinos no asimilaron bien esa fama y se les subió a la cabeza, volviéndose arrogantes y vanidosos.

Eso acabó colmando la paciencia de Noé, que terminó por mandarles a cubierta como castigo y allí debieron permanecer afrontando la tremenda lluvia sobre ellos. De ahí la versión que los gatos muestran por el agua y por mojarse.

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