Hoy os comentaré un extraño caso sucedido hace ya algunos años. Los hechos tuvieron lugar en el año 2003 y para ubicarnos tenemos que viajar a nuestras bellas Islas Canarias.

Y dentro de estas nos situaremos en Gran Canaria. En su zona sureste existe un municipio llamado Ingenio, que a su vez lo constituyen varias pequeñas pedanías. En una de ellas llamada El Carrizal, acontecieron unos sucesos nada comunes.

La protagonista de la historia fue una mujer de mediana edad llamada Joana y de quien tampoco trascendieron muchos datos en su día.

El Carrizal. Vista.Lo que se sabe de sus testimonios es que todo empezó una noche en la que comenzó a escuchar lo que ella definió como unos extraños chirridos o pitidos y que curiosamente asimiló a los que en aquella época emitían los módems de los ordenadores al ir a conectar y que seguro que más de uno recuerda.

La primera noche fue únicamente algo que la molestó pero al final se quedó dormida. Sin embargo las noches siguientes el fenómeno se repitió. Y por fin, una noche a las dos de la mañana no pudo más y decidió asomarse a la ventana para investigar de qué lugar podrían venir los ruidos.

Su casa da a una pequeña plazuela arbolada y entonces, al mirar hacia uno de los árboles, se llevó una tremenda sorpresa.

Allí, entre las ramas, había algo. Se fijó más y pudo ver cuatro seres que estaban en un extraño estado que no supo precisar, una mezcla extravagante surgida de estar “entre” las ramas y a la vez “suspendidos” de ellas.

Su aspecto recordaba al de unos monos, pero pensó al instante que no lo eran. Su tamaño lo calculó equivalente al de un niño de unos 8 ó 9 años. Tenían la piel de color pálido y no le parecieron ser ni monos ni humanos, no llegando siquiera a advertir en sus caras rostro alguno reconocible.

Sus brazos y piernas eran más largas de lo habitual y desde luego se movían con agilidad en ese entorno arbóreo.

Por supuesto, los extraños sonido provenían de ellos y para Joana, los usaban, junto con algunas gesticulaciones, para comunicarse entre ellos, pues parecían organizados.

Los seres estaban a sus cosas al parecer ajenos a la presencia de la mujer o simplemente sin darle la menor importancia.

Lo alucinante del caso es que Joana pudo volver a verlos las tres noches posteriores y luego en las siguientes semanas otro par de veces más, hasta que desaparecieron para no volver nunca.

Pero, siendo ya algo insólito lo visto hasta ahora, quedaban todavía los aspectos más increíbles de toda la historia.

En primer lugar, Joana pudo darse cuenta de que en toda la escena había dos detalles que la dejaron completamente descolocada. Uno era el ruido. Sí, como se dijo al principio estaba ese extraños sonido de modem que emitían los seres, pero no había ningún otro sonido más en la escena.

Es decir, que no se oía absolutamente nada de nada más que a los seres, ni a otros animales, personas, coches de la carretera próxima o incluso aviones procedentes del también cercano aeropuerto, perfectamente audibles un día normal.

Tan sólo cuando volvía a su cama, el resto de sonidos, vamos a decir “normales”, de una noche cualquiera, volvían a ser audibles.

Pero además, se fijó en que la zona inmediatamente adyacente a los extraños seres se veía más iluminada que el resto, con una fuerte luz blanca, que hacía destacar la escena en la noche.

Todos estos aspectos dotaban desde luego a sus visiones de un aspecto todavía más inusual, aunque quedaba la guinda del pastel.

Y es que lo más sorprendente de todo fue que para ella esos momentos en los que pudo contemplar a tan fantásticos visitantes se hubieran podido traducir en unos pocos minutos cada vez. Sin embargo, la realidad fue otra y es que como pudo comprobar la propia Joana cuando volvía a su cama, lo que para ella fueron minutos en realidad habían sido varias horas, sin que ella misma alcanzara a comprender cómo había esa diferencia entre su impresión del tiempo transcurrido y el que había pasado en realidad.

El Carrizal. Vista y aeropuerto.Estos son los hechos de la historia según el testimonio de la testigo que proporcionó a unos periodistas locales en su día y que desde luego dan a sus visitantes un matiz casi más de tipo extraterrestre que de rareza animal.

Es curioso sin embargo, que un caso tan poco habitual no tuvo tampoco el eco que cabría esperar y quedó rápidamente olvidado y sin que hubiera muchas referencias en torno a sus particularidades.

Desde luego hay muchos aspectos extraños en todo el relato, empezando por esos visitantes humanoides que no coinciden con ningún animal isleño y yo diría que tampoco de fuera de las islas.

Son por completo también extraordinarias características como los sonidos, la ausencia de otros durante las visiones, la luminosidad blanca y los lapsos temporales, más propios, como señalaba, de casos relacionados con la Ufología.

Aunque por otra parte, también es igual de desconcertante la ausencia de cualquier otro testigo, teniendo en cuenta que el fenómeno se repitió en varias ocasiones. De la misma forma, choca igualmente que Joana no avisara a nadie, familiares o amigos para que pudieran contemplar lo que ella veía, ni pensara en obtener alguna fotografía, quedando nada más su testimonio como muestra de lo que ocurrió aquellas noches.

Tampoco se ha reportado en todos estos años ningún otro relato de hechos similares, ni siquiera parecidos, en ninguna de las Islas Canarias.

Quizá todos estos detalles hayan contribuido a que el caso haya quedado bastante en el olvido y casi sin ninguna referencia en cuanto a investigaciones sobre el terreno.

Pero desde luego, si le damos credibilidad completa a la testigo, estaríamos ante unos hechos bastante desconcertantes y sin mucha explicación o con una explicación que más podría concernir a la Ufología que a la Criptozoología.

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