Cuando te enfrentas a situaciones que escapan por mucho de aquellas para las que supuestamente te han preparado, es bastante fácil que te veas envuelto en algo que no sabes cómo manejar y si además implica un peligro real, seguramente hará que el terror te invada sin remedio.

Puedes ser por ejemplo un aguerrido y entrenado militar, pero si lo que te sale al paso es tan diferente a todo lo que has visto o conocido, te romperá los esquemas y hará que aflore el más básico y primario instinto de supervivencia.

Algo de esa índole sucedió en la historia que os cuento hoy, sobre unos extraños hechos que aparentemente tuvieron lugar durante el pasado verano.

Todo ocurrió en una agreste y solitaria zona de la sierra de Guanajuato, en el estado mexicano del mismo nombre y los testigos no fueron un torpe grupo de excursionistas, sino una unidad de fuerzas especiales del Ejército, que andaba por allí en una misión contra el narcotráfico.

Los alucinantes sucesos tuvieron lugar al parecer en julio del pasado año, aunque no han salido a la luz hasta hace poco, por boca, según parece, de uno de los propios integrantes de la unidad y por tanto testigo directo de los hechos.

Bien es cierto que esta persona permanece en el anonimato, según cuenta él mismo porque le persiguen oscuras personas precisamente por hacer pública la historia.

Tampoco ha sido nada fácil intentar verificar las fuentes por otros medios y os digo que toda la historia de principio a fin está bastante difusa, por lo que me limitaré a contaros lo que conozco para que vosotros mismos podáis formaros vuestra opinión.

Pero ya os anticipo que la historia tiene todos los ingredientes que se esperarían en unos hechos de estas extrañas características: Ubicaciones inhóspitas y apartadas, testigos puestos al límite, seres extraordinarios, oscuros agentes de extrañas agencias, secretismo oficial… Vamos que no falta de nada.

Así que vayamos allá. Según el relato de este oficial anónimo, eran una unidad de unos 20 efectivos haciendo una patrulla por zonas apartadas en la búsqueda de plantaciones e instalaciones de fabricación de droga, con el objetivo de localizarlas y destruirlas por completo.

Al parecer de camino a una de ellas, de la que la inteligencia les había proporcionado la ubicación, llegó la noche y tuvieron que acampar para pernoctar.

Durante la madrugada comenzaron los fenómenos extraños, puesto que se vieron despertados por unos extraños ruidos en la lejanía, que cuando ya despiertos escucharon con más atención, les empezaron a parecer como si fueran unos desgarradores lamentos, como si alguien estuviera siendo torturado en los cerros circundantes.

Pero lo que más les llamó la atención fue que eran unos sonidos que ni siquiera parecían humanos, daban la impresión de ser producidos por algún tipo de animal, sin embargo, ninguno de los militares, bien acostumbrados a la selva y sus sonidos, pudieron imaginar qué tipo de criaturas podrían emitir semejantes lamentos.

Sin poder averiguar nada más, la noche pasó y al llegar la mañana desmontaron el campamento para continuar su camino. No bien comenzaron de nuevo la marcha, no pudieron por menos de percatarse del extraño silencio que había en los alrededores, cosa nada habitual en esas zonas con abundante vida salvaje. Ni siquiera se oía el más humilde pajarillo, por lo que los soldados extremaron las precauciones.

No ocurrió nada más y de nuevo debieron hacer noche. Y otra vez de madrugada comenzó el terror, pero esta vez los gritos y alaridos eran si cabe más horrorosos y se oían más cerca. Cabe decir que el devenir de su camino durante el día le había hecho avanzar hacia la zona de dónde al parecer provenían los sonidos, por lo que estimaron que sin buscarlo se habían aproximado al origen de todo.

En esa situación decidieron reforzar la seguridad en el perímetro de su campamento y así pasaron la segunda noche en la montaña, mucho más intranquilos, pero sin que sucediera nada más.

Al tercer día llegaron por fin a su destino y efectivamente encontraron las instalaciones que habían ido a buscar, por lo que se pusieron manos a la obra y cumpliendo sus órdenes procedieron a la destrucción de las plantaciones y los barracones. Allí estuvieron hasta media tarde y acabada la tarea emprendieron el camino de regreso.

Entonces tomaron una precaución que a la postre resultó ser peor que la alternativa, como fue regresar por un camino diferente al de llegada, para evitar en lo posible que elementos enemigos pudieran estarles esperando en su ruta para emboscarles.

Una vez más llegó la noche y tuvieron que plantearse parar, pero en esta ocasión vieron que su camino les había llevado hasta una zona rocosa en la que avistaron la entrada de una cueva que parecía un lugar óptimo para refugiarse durante las horas nocturnas, pues ofrecía protección y era fácilmente defendible desde la entrada.

Sin embargo esa decisión resultó ser fatal. En mitad de la madrugada, todos despertaron sobresaltados porque los inhumanos gritos estaban allí de nuevo, pero con un cambio aterrador, puesto que se dieron cuenta de que su lugar de procedencia era nada menos que el fondo de la cueva en la que se encontraban.

Ante esa terrible situación, decidieron dividirse en dos patrullas, una se introduciría hacia el interior para ver qué encontraban, mientras la otra tomaría posiciones para cubrir y proteger a la primera.

Al parecer, el militar al que debemos el conocimiento de la historia acabó encuadrado en la patrulla que se introdujo en la cueva. A partir de aquí su relato se convierte en una auténtica película de terror.

Según cuenta, después de haber avanzado unas decenas de metros por el interior de la cavidad en el mayor sigilo, llegaron a una especie de sala más grande en la que para su espanto descubrieron a unos oníricos seres de aspecto reptiliano que aparentemente estaban ocupados en lo que tenía todo el aspecto de ser el sacrificio ritual de una mujer.

Los curtidos militares no daban crédito a sus ojos, pues frente a ellos estaban esas horribles criaturas bípedas de unos dos metros de altura, con la cara propia de un gran lagarto, garras en las manos y una piel verde escamosa.

Entonces el horror terminó de desencadenarse, porque uno de aquellos seres descubrió a la patrulla y con un inquietante silbido alertó a los suyos, que cargaron sin pensarlo contra los soldados. Ellos, ante lo imprevisto de la situación, emprendieron la retirada a la carrera no sin comenzar un nutrido fuego de cobertura, que desgraciadamente para ellos no parecía afectar en nada a los reptilianos, que quizá disponían de algún tipo de escudo protector.

Extremadamente rápidos, los seres lograron alcanzar a los tres últimos integrantes de la patrulla, a dos de ellos les arrancaron un brazo, mientras que al tercero le rajaron el abdomen con sus garras haciendo que se la salieran los intestinos.

Con todo y con eso, los militares que ya se habían reagrupado en una única unidad, lograron recuperar a sus compañeros y salir al exterior de la cueva mientras no cesaban de disparar intentando al menos retrasar a los monstruos que les perseguían.

Tan pronto se vieron ahí, se reorganizaron y formaron un perímetro para parar a los extraños como fuera en la entrada, pero sin embargo no llegaron a salir tras los militares, como si no quisieran o no pudieran, abandonar la cueva.

Vista la situación y mientras mantenían sus posiciones, no tardaron en llamar a su base solicitando asistencia para los heridos y por supuesto refuerzos para enfrentar la situación. Un tiempo después, oyeron el inconfundible sonido de los rotores de un helicóptero acercándose, pero lejos estaban de imaginar que les aguardaba una nueva sorpresa.

Cuando tuvieron el aparato a la vista quedaron atónitos, porque en lugar de distinguir los distintivos de una aeronave de su Ejército pudieron comprobar que el aparato que estaba por tomar tierra era completamente negro, sin distintivo alguno y además de un modelo que ni siquiera pudieron reconocer.

Todos pensaron lo mismo. No sabían la procedencia de ese helicóptero, pero desde luego no era uno de los suyos y esa impresión no hizo sino agigantarse cuando del mismo descendió una patrulla de hombres vestidos con extraños trajes negros de aspecto metálico, incluyendo unos cascos que les cubrían todo el rostro. Para completar el cuadro iban armados con unas armas largas que los expertos militares tampoco pudieron identificar.

Con inapelable autoridad los recién llegados ordenaron a los soldados que se retiraran de allí que ellos se encargaban de la situación y sin la menor duda se encaminaron directamente hacia el interior de la cueva. Según sigue el relato, los soldados oyeron pronto lo que sin duda era el estruendo de una refriega armada y a los pocos minutos los hombres de negro volvieron a salir.

No tuvieron duda entonces de que habían acabado con todos los reptilianos y de hecho vieron como arrastraban fuera los cadáveres de dos de ellos, acribillados por decenas de impactos.

Tras la operación, dos de esos hombres reunieron a los soldados y les conminaron a no contar jamás nada de lo que habían presenciado. Dijeron trabajar directamente para el gobierno y amenazaron con perseguir a cualquiera que divulgara la más mínima información sobre los sucesos.

Según  sigue contando la fuente, después de aquello todos los hombres que estaban en aquella aciaga misión fueron reasignados y separados. Curiosamente parece que algunos fueron destinados a escoltar a misteriosos hombres del gobierno norteamericano que comenzaron a operar en secreto en México.

Hasta aquí la historia que ha querido contar ese miembro de las Fuerzas Armadas Mexicanas, cuya identidad sigue oculta, porque él mismo dice que se siente vigilado y perseguido.

Os corresponde ahora a vosotros decidir qué punto de credibilidad otorgáis a la historia. Sí os quería comentar antes de terminar que por extraños que os hayan sonado los sucesos narrados, en realidad recuerdan con precisión a alguna otra historia, como por ejemplo la que recogía yo en una anterior entrada sobre la guerra de Vietnam, https://www.misterioanimal.com/rarezas-de-guerra-en-vietnam, en la que aparecía el caso de otra patrulla militar norteamericana, que tuvo un encuentro con unos seres casi calcados a los de Guanajuato.

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