Un recuerdo de mis tiempos de pequeñajo, allá como por los cuatro años, es el de los veraneos en la costa levantina.

En concreto nuestra familia se desplazaba al pueblo alicantino de Santa Pola, como muchos otros madrileños.

Cerca de allí, más o menos como a unos ocho kilómetros del casco urbano aguas adentro, se encuentra una porción de tierra muy conocida y  bastante turística. Es la isla de Tabarca.

Aparte de su atractivo para los visitantes, son más interesantes todavía las historias que hacen referencia a leyendas y misterios acontecidos en sus alrededores.

No vamos a hablar ahora de cosas ligadas más o menos a la historia, como puedan ser algunos relatos sobre piratas o hasta tesoros, más bien nos centraremos en lo que aviva nuestra curiosidad en MISTERIO ANIMAL.

Y vamos a poder hacerlo porque en este ámbito, la isla de Tabarca también guarda sorpresas. Las aguas que la rodean y las cuevas submarinas que por allí se hallan, han sido objeto de no pocas leyendas relacionadas con seres fantásticos.

Por ejemplo, desde tiempos inmemoriales, se dice que un ser mitológico habita en esa área. Hablo de la mítica “Lamia”.

Es esta una criatura de origen griego, que era representada como un demonio femenino con torso de mujer y cuerpo de serpiente, que perseguía a los hombres para entramparlos y devoraba niños.

Evolucionó un poco para pasar a tomar formas marinas con cuerpo de pez y entroncar de alguna manera con las también conocidas sirenas.

No es de extrañar así, que cuando en 1946 en aguas de la isla tuviera lugar una increíble captura por parte de un grupo de pescadores, los periódicos de la época publicaran la noticia con la impactante cabecera de que había sido capturado un monstruo, una lamia.

En este caso concreto y a la vista de los datos y sobre todo alguna antigua fotografía del momento, es evidente que lo que fue capturado era un enorme ejemplar de tiburón blanco, que en contra de lo que pudiera parecer no son excepcionales en el Mediterráneo, aunque sí poco frecuentes.

Pero desde luego, la noticia entonces fue lanzada al aire con toda la carga de misterio posible. El texto íntegro de aquella publicación decía literalmente:

«En la almadraba de la isla de Tabarca, de «Lloret Llinares y Compañía», fue capturado ayer mañana un monstruo marino, de la especie llamada entre los pescadores tabarqueños con el nombre de «llamia». El espléndido ejemplar penetró en la almadraba a las ocho de la mañana, en persecución de un bando de atunes. Fue muerto después de ponerlo casi en seco, y la pontona que en aquella isla tiene destacada la Junta del Puerto para las obras del refugio que allí se realizan izó la formidable «pesca» a la motora auxiliar de la almadraba, que la condujo a nuestro puerto a mediodía.

Alrededor de cuarenta hombres intervinieron en las operaciones de desembarco del enorme pez. Su peso arrojó la extraordinaria cifra de 1.790 kilos, y sus dimensiones eran de seis metros de largo por dos y medio de diámetro en la parte más ancha. Después de haber sido admirado por numerosos curiosos atraídos en cuanto circuló en el puerto la noticia, y como dicho pez es comestible fue descuartizado, adquiriéndolo completo Vicente Enrique, que pagó por él 1.200 pesetas.

Se le encontró al extraordinario animal en el vientre un atún de 40 kilos de peso. Dicho atún presentaba dos mordiscos, uno en la parte de la cola y otro en la cabeza, habiendo sido tragado entero por la «llamia». Su captura fue muy difícil dentro de la almadraba, cuando ya el animal había averiado grandes trozos en la red. Como detalle curioso citaremos que el hígado, pesado aparte, dio en la báscula 300 kilos y que, de haber habido un sistema apropiado de instalación industrial prensadora, como en las factorías especializadas, dicho hígado hubiese proporcionado alrededor de 100 litros de aceite. Un barril completo… Viejos pescadores del puerto nos manifestaron que desde hace veinte años no se ha visto en Alicante una captura accidental de semejante tamaño»

Extractos y referencias a ese artículo circularon por todos los rotativos de la zona e incluso alguno nacional, dando cuenta del hecho.

Relacionado con este suceso y unos años antes, en 1938, los pescadores locales ya se habían visto las caras con otro supuesto monstruo.

Entonces, habían detectado que sus almadrabas aparecían destrozadas y por tanto quedaban inservibles para las labores de pesca. Adicionalmente observaron que sus capturas eras menores de los esperado, por lo que se temieron que algo estaba pasando.

Algunos esquivos y difusos avistamientos en el mar, terminaron de convencer a los marineros de que había lamias o sirenas en la zona y eran una amenaza para ellos y su medio de vida.

Por ello iniciaron las operaciones para su captura. Tras unas jornadas de observaciones, estimaron que en la zona de la isla en la que se ubica la Cueva del Llop Marí, seguramente se encontraba la guarida de la o las criaturas.

Finalmente, el 26 de mayo dispusieron la trampa. En lo alto de los acantilados costeros por encima de la cueva se ubicó un grupo de hombres provistos de grandes redes, mientras que desde botes en el agua, otro grupo lanzaba cebo al mar y a la vez tiraba piedras hacia la cueva, con la intención de hacer salir a lo que habitara dentro.

En un momento dado pudieron observar unos remolinos en la superficie acompañados de los chapoteos indicadores de que había algo de buen tamaño en el agua y al pronto los hombres de arriba dejaron caer sus redes en ese punto.

Cuando lograron izarlas comprobaron que habían tenido éxito pues pudieron contemplar asombrados que habían atrapado a dos criaturas marinas, aunque tan solo una de ellas permanecía con vida, pues la otra aparentemente había muerto de algún golpe en la cabeza contra las rocas del fondo, posiblemente intentando escapar de la red.

Pero la que vivía les dejó anonadados, pues los allí presentes se encontraron cara a cara con toda una lamia o mejor sirena. Rostro de bella mujer, torso femenino incluyendo los pechos y cuerpo escamoso como entre pez y serpiente con cola pisciforme.

La historia continúa contando que tras colocarle una argolla en la nariz y atarle una cuerda para llevarla, la acercaron a la cercana costa para luego trasladarla hasta Alicante, en donde se le perdió por completo la pista tanto a ella físicamente como a cualquier rastro o pista que corroborara en mayor forma toda el increíble suceso.

Cuentan eso sí las tradiciones, que desde entonces no se han visto otras criaturas similares por aquellas aguas, a pesar de que se siga hablando del misterio de sus fondos marinos.

Cierto es también que en paralelo a este último relato, sí está mejor documentada la triste historia del final de la estirpe de las focas monje (Monachus monachus) que habitaban las aguas de la isla y que llegaron ser abundantes años atrás, cuando los dos últimos ejemplares fueron muertos precisamente por aquellas fechas de 1938.

Según algunas fuentes, este hecho podría haber dado lugar, mucho más adornada, a la historia de las sirenas.

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