Todos hemos oído hablar de la asombrosa capacidad de algunas especies de loros para reproducir e imitar sonidos diversos o incluso palabras, facultad esta que ha sido objeto por ejemplo, de mil y un chistes de los que seguramente la mayoría conocemos alguno. El conocido loro gris africano (Psittacus erithacus), es probablemente el más reconocido de estos imitadores alados.

La verdad es que durante décadas se consideró establecido que estos animales simplemente se afanaban en aprovechar sus capacidades naturales para clonar sonidos, sin que por supuesto tuvieran la más mínima conciencia sobre su significado o implicación, limitándose a reproducir lo escuchado tal como haría una grabadora.

En cualquier caso, eso produjo un aumento considerable del interés de la gente por estos animales en su papel de mascotas. Su longevidad, buen carácter si se les trata adecuadamente y especialmente esa capacidad que a los humanos tanto nos divierte, les puso en primera línea de demanda.

No voy a entrar ahora en el peligro que esa demanda supuso y todavía supone para estas bonitas aves, pues todos sabemos ya cómo las gastamos los humanos cuando se trata de malmeter en la Naturaleza, pero sí quisiera hablar de otros aspectos que considero realmente interesantes referidos a esa habilidad que poseen estos simpáticos loros.

Fue allá por 1977 cuando una científica e investigadora llamada Irene Pepperberg, de la prestigiosa Universidad de Harward, se propuso demostrar que contra la idea general extendida de que un ave no tenía capacidad para discernir qué era aquello que reproducía, se podría lograr que, de la misma manera que se hacía ya con primates, comprendiera conceptos y pudiera llegar a comunicarse utilizándolos.

Con una gran dosis de moral, paciencia y optimismo, se puso manos a la obra, contando para ello con un alado compañero que a la postre se haría famoso, un hermoso ejemplar de loro gris africano al que llamó “Alex”.

La tarea llegó a prolongarse dos décadas en el tiempo, pero finalmente Irene logró el pleno reconocimiento a sus ideas. Para entonces había establecido sin género de duda que el ave era capaz de utilizar conceptos abstractos y referencias lingüísticas, contando con un vocabulario de más de 200 palabras. Por ejemplo era capaz de identificar y describir el color de cualquier objeto, independientemente de la forma, tamaño o estado del mismo o de construir frases simples combinando palabras.

Alex abrió la puerta a que su especie y otras cercanas tuvieran un reconocimiento mayor en cuanto a sus capacidades cognitivas por parte de la comunidad científica y desde luego fueran mirados con otros ojos.

Para la señora Pepperberg fue también una experiencia única que le permitió crear unos lazos casi mágicos con su fiel amigo Alex y con otros congéneres que con el tiempo se fueron sumando a la investigación. Todas sus aventuras fueron recopiladas por ella misma en su libro “Alex & Me”.

Pero quisiera profundizar un poco más en las facultades de estos sin duda inteligentes animales, porque a raíz de hacerse públicas en 1997 las conclusiones de los investigadores de Harward y aparecer en todos los medios, otra persona quiso aumentar la apuesta para sacar a la luz otro aspecto todavía más misterioso de esas capacidades cognoscitivas y lingüísticas de los loros.

Se trataba de una artista, estudiosa e investigadora llamada Aimee Morgana. Curiosamente ella también estaba trabajando con loros grises desde 1985, si bien utilizando técnicas algo diferentes de las que empleaban en Harward, pues ella se basaba más en una relación de igualdad y confianza con el animal casi mística, en la que la intuición, la naturalidad y la improvisación sustituían a la ordenada metodología universitaria, lo que no le había impedido por su parte haber conseguido también un éxito rotundo como el de Peppelberg.

Su estrella principal era otro ejemplar de loro gris llamado “N’Kisi”, que había conseguido trabajar con un vocabulario de cerca de 700 palabras, obteniendo resultados tan significativos y claros como los de Alex.

Sin embargo, Aimee, que se define a sí misma como una persona sensitiva, quiso ir un poco más allá, puesto que se fijó en otro aspecto en principio imprevisto, pero que se dio cuenta de que era mucho más frecuente de lo que cabría con mucho esperar y que no había visto reflejado en las noticias sobre los experimentos de Irene Peppperberg.

Y ese aspecto que le llamó tanto la atención no era otro que la sospecha de que como complemento de su estrecha relación durante años, N’kisi y ella habían logrado construir una conexión extrasensorial que permitía que el animal “adivinase” sus pensamientos, en otras palabras, que ambos disponían de una comunicación telepática abierta y constante.

Por ello, convencida ya también tras los buenos resultados del grupo de Harward en lo que al lenguaje se refiere, no quiso dejar sin estudiar más en profundidad esos aspectos misteriosos. Para ello, hacia el año 2000 contactó con el reputado biólogo y escritor Rupert Sheldrake.

Este último había precisamente dirigido una serie de experimentos en 1999, encaminados a estudiar la percepción extrasensorial y más concretamente la telepatía, en animales domésticos, especialmente perros y gatos, con respecto a sus dueños. Sus reveladoras conclusiones fueron publicadas en diversos estudios y eso animó también a Aimee a explicarle sus propias experiencias con N’kisi.

Durante más de dos años, establecieron un equipo conjunto con sus colaboradores y se dedicaron a hacer todo tipo de experimentos en las más variadas condiciones y con una rigurosa metodología técnica tanto en el desarrollo como en el análisis de los datos obtenidos.

No voy a extenderme ahora en explicar más detenidamente la realmente exhaustiva preparación, puesta en marcha y alcance de las pruebas, pues sería bastante largo, pero teniendo en cuenta que he podido tener acceso a informes de algunas de las series de experimentos, creedme si os digo que, al menos en lo que yo alcanzo a entender, creo que todo se hizo a conciencia para que los resultados, fueran los que fueran, pudieran ser simplemente enunciados sin poder ser rebatidos debido precisamente al rigor empleado en su obtención.

En cualquier caso, si alguna persona tiene curiosidad por conocer datos más detallados sobre la metodología técnica utilizada por los investigadores, puede enviarme un comentario y le responderé con una descripción más precisa.

Continuando con el relato, finalmente, en 2003 Sheldrake publicó las conclusiones de los interesantes estudios realizados, en el Journal of Scientific Exploration.

Y esas conclusiones apuntaban sin género de dudas a la efectiva existencia de una suerte de conexión telepática entre Aimme y N’kisi, puesto que los índices obtenidos por el loro en el global de las pruebas realizadas sobrepasaban con mucho los que pudieran matemáticamente derivarse del puro azar.

Pero por si fuera poco, obtuvieron también resultados relevantes con algunos otros ejemplares con los que contaba Morgana, por lo que hicieron notar que pudiera pensarse que esa vía de comunicación podría no circunscribirse a un único animal y persona.

Desde entonces y gracias a estudios como los que he descrito, se han abierto vías de investigación realmente interesantes en la exploración de nuevas posibilidades que hace no tantos años nos hubieran parecido simplemente imposibles.

Pero supongo que, aparte de los puros datos matemáticos, estadísticos o técnicos, tendréis curiosidad por conocer algún detalle más específico de las experiencias que ha vivido Aimee Morgana con N’kisi y que le hicieron darse cuenta de la existencia de esa conexión extrasensorial. ¿Me equivoco?

Pues como colofón a esta historia, os mostraré una pequeña recopilación con algunos ejemplos que la propia Aimee ha dado a conocer en diferentes ocasiones y por diversos medios. De hecho forman parte de un registro personal que meticulosamente comenzó a elaborar cuando le sucedía algún incidente de ese tipo y que al parecer, en 2003 contaba ya con cerca de 650 apuntes.

Por ejemplo, en una ocasión estaba pensando llamar por teléfono a un amigo suyo llamado Rob y resultó que cuando levantó el teléfono para marcar su número, el loro dijo de repente: “Hola Rob”.

Otra vez estaba en una habitación diferente del animal, buscando una baraja de cartas determinadas y al encontrarla se detuvo en una que tenía la imagen de un coche color morado, no pudiendo evitar pensar en ese color. De improviso, desde la otra habitación oyó que el ave decía “Oh, mira el bonito morado”.

Y una noche estaba en su salón viendo terminar una película del famoso Jackie Chan. El loro estaba en una jaula en otro extremo de la estancia y ni veía la televisión ni a Aimee. En ese momento Chan se hallaba transitando por una viga en lo alto de un rascacielos y la mujer sintió miedo. Entonces pudo oír con nitidez como N’kisi decía “No se caiga”.

Para más curiosidad, en ese momento cortaron la película para una pausa comercial y comenzó el anuncio de un coche, cuando Aimme se puso a mirarlo, el loro exclamó “Ahí está mi coche”.

En otra ocasión la mujer estaba leyendo un libro y justo cuando mentalmente leía la frase “Cuánto más negra es la baya más dulce es el jugo”, oyó decir al animal, “Eso se llama negro”.

Pero además, por si esto no fuera suficientemente indicativo, y aunque parezca increíble, en ocasiones esa comunicación trascendía el plano consciente. Hay que indicar antes, que en muchas ocasiones N’kisi dormía en la cama de Aimee acurrucado junto a ella.

En esas condiciones y como último ejemplo, una noche la mujer estaba soñando precisamente con su trabajo y en el sueño se encontraba poniendo en marcha el reproductor de cinta de audio. En ese momento se despertó porque el loro, que dormía junto a su cabeza, había despertado a su vez y estaba diciendo “Tienes que presionar el botón”.

¿Qué opináis? Desde luego son incidentes realmente curiosos, que añadidos a todo el resto de trabajos científicos que he procurado describiros, seguramente os harán mirar con ojos más interesados a esos simpáticos amigos alados que son los loros. No digo nada si encima resulta que sois propietarios de alguno de ellos. Por descontado, en este último caso, si alguien tiene alguna experiencia que compartir será bienvenida.

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