Para los que no lo supierais, os comentaré que en la Comunidad de Madrid, a poco más de 30 kilómetros de la capital de España, existe un yacimiento paleontológico de referencia no solo europea, si no mundial, por la riqueza y variedad de los fósiles que allí se han descubierto.

Se trata del conocido como “Cerro de los Batallones”, ubicado en la localidad de Torrejón de Velasco, cerca del curso del río Jarama y que está en estudio desde el año 1991.

Fue en esa fecha cuando a consecuencia de las prospecciones que una empresa realizaba en busca de sepiolita, roca de gran uso industrial, salieron a la luz los primeros restos entre los sedimentos rocosos, compuestos en especial por material arcilloso.

De inmediato, las autoridades y científicos de la Comunidad se dieron cuenta de que en ese lugar podía haberse descubierto un importante nicho paleontológico y decidieron preservar y acotar la zona para su estudio.

Desde entonces y hasta la fecha, se han estado explotando y prospectando nada menos que 10 fases, nombradas como Batallones del 1 al 10, que han demostrado con creces la importancia científica de la ubicación.

De hecho, desde el año 2001, todo el sector fue declarado por la Comunidad de Madrid como BIC, Bien de Interés Cultural, en su categoría de Zona Paleontológica.

Como generalidad, todos los restos están fechados como pertenecientes al Mioceno Superior, con una antigüedad estimada entre los 9,6 y los 9,3 millones de años.

Gracias a la información proporcionada por la ingente cantidad de restos encontrados en estos años, se ha podido reconstruir con bastante precisión lo que fue el ecosistema de la zona, que en aquellos lejanos tiempos era poco parecido a lo que es hoy en día, destacando la presencia de un enorme lago como elemento definitorio, con grandes praderas arboladas en sus alrededores.

La cantidad de especies diferentes halladas es otro de los puntos que hace excepcional este yacimiento, entre ellas, sin duda las estrellas son los tigres dientes de sable, con dos géneros presentes, Machairodus, de tamaño algo mayor que un tigre actual y Paramachairodus, algo más pequeño y similar a un leopardo.

Pero también hay otros animales que se han hecho famosos aquí, como el Decennatherium Rex, un antepasado de las jirafas actuales que curiosamente habitó en estas tierras y que fue dado a conocer en 2013 tras hallarse el primer esqueleto fósil.

También han aparecido más antepasados de animales actuales como Indarctos, del oso, Hipparion, de los caballos y cebras, todavía con dedos en sus patas, Protictitherium, de la hiena, Hispanomeryx, de los ciervos almizcleros, o incluso ejemplares de los desaparecidos mastodontes, como el Tetralophodon.

Y por supuesto tampoco han faltado animales más pequeños como Simocyon, antepasado nada menos que del panda rojo, Chalicomys, del castor, Prolagus, una antigua pika, familiar de nuestros conejos, o Elyomis, antecesor de los lirones.

Hay muchas más especies identificadas, tanto pequeñas como grandes, pero supongo que os haréis una idea de la riqueza del lugar con estos apuntes.

Y por si acaso, para los despistados que se pregunten cómo es posible que entre tanta abundancia no haya mencionado ni una sola especie de dinosaurio entre los hallazgos, les recordaré que en pleno Mioceno, que abarca más o menos desde los 23 a los 5 millones de años atrás, ya hacía otros muchos millones de años que los dinosaurios se habían extinguido.

Que hubiera aparecido alguno sí que hubiera sido un buen misterio. No obstante, eso no quita para que los científicos no se hayan topado con algún otro a lo largo de sus estudios.

Por ejemplo, uno que todavía no está explicado en modo alguno es la distribución de restos. Me explicaré. En los yacimientos de fósiles animales con diversas especies, suele haber una distribución bastante pareja en los hallazgos entre animales herbívoros y carnívoros, con tendencia a que sean más numerosos los primeros.

Pues bien, en los Batallones sucede justamente lo contrario al ser los carnívoros mucho más numerosos, especialmente en Batallones-1, puesto que en esa zona concreta, los animales carnívoros representan nada menos que un 98% de los hallazgos.

Esto convierte al yacimiento madrileño en una auténtica rareza natural en este aspecto, que ha llamado la atención de paleontólogos de diversas nacionalidades, sin que se haya podido establecer la causa de esa desviación única.

Pero también hay otros misterios, como no podía ser menos dada la lejanía en el tiempo de la época investigada. Uno de ellos parece que ha encontrado una posible causa gracias al empleo de modernas técnicas de inteligencia artificial.

En algunas zonas se habían encontrado amalgamados restos de diversas especies mezcladas, tanto herbívoros como carnívoros, tal como si se hubieran reunido de una manera completamente anormal para ir a morir juntos amigablemente.

Esto llevaba tiempo desconcertando a los científicos, aunque es cierto que hallazgos parecidos ya habían tenido lugar en otras partes del mundo.

Ahora, para intentar aportar luz al misterio, en el yacimiento de Batallones se han utilizado modernos aparatos de análisis y software de inteligencia artificial, para escudriñar los datos obtenidos en busca de patrones ocultos que hubieran pasado desapercibidos a los investigadores.

El estudio ha tomado como base un área concreta de Batallones-10, en la que en el tamaño aproximado de una pista de tenis aparecieron los restos de nada menos que 68 animales de 15 especies diferentes.

Se pensaba que en esa zona había alguna cueva u oquedad oculta en las aguas someras del lago y que los animales habían ido cayendo uno tras otro quedando atrapados, pero con todo y con eso resultaba sumamente extraño que todos, predadores y presas, se reunieran a la vez tranquilamente para caer en la trampa al unísono.

Sin embargo, la inteligencia artificial descubrió algo nuevo. Al parecer esa uniformidad temporal no lo era tanto, puesto que el análisis de los patrones permitió observar que en realidad no había allí una única capa de depósito, sino tres, pero con unas diferencias tan sutiles que habían pasado desapercibidas inicialmente.

Tras asignar parámetros a las casi 8.000 piezas fósiles que había en el área, se procedió a estudiar su tafonomía, es decir, cómo fue su proceso de formación.

Entonces, como en un gigantesco rompecabezas, apareció una imagen global diferente, por cuanto quedó en evidencia que allí se encontraban no una sino tres capas fósiles, tremendamente sutiles y correspondientes a tres fenómenos repentinos, pero diferentes y separados en el tiempo, si bien tampoco por cientos de años, lo que explicaría que en las primeras impresiones todos los restos parecieran pertenecer a un mismo momento temporal.

El análisis permitió también determinar que en las tres capas los animales habían quedado atrapados allí en momentos casi idénticos  de extrema y repentina sequía, lo que seguramente convirtió la zona, entre oquedades y barro medio reseco, en una trampa mortal.

Pero además, gracias a la interpretación de los datos, los especialistas pudieron observar otra cosa importante que sucedió en las tres ocasiones.

Una inundación igual de repentina tuvo lugar por allí tras esa fuerte sequía, sellando con rapidez la zona de sedimentación junto a los restos animales y permitiendo así que esa repetición triple del proceso, creara esa parte del yacimiento y la ilusión de haberse formado en un único momento.

Sin que se haya determinado el porqué de esos fenómenos meteorológicos, lo cierto es que eso podría explicar mejor que animales que en principio no hubieran caminado juntos tranquilamente aparecieran así, puesto que en realidad no lo hicieron y sus restos quedaron allí en momentos diferentes.

De todas maneras, teniendo en cuenta todo lo que ha aportado el Cerro de los Batallones hasta la fecha, quién sabe qué nuevos misterios esperan ocultos todavía entre las rocas arcillosas o para ser analizados con nuevas técnicas y nuevos puntos de vista.

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