La vieja Europa, con tanta historia a sus espaldas, es sin duda un territorio muy rico en relatos y leyendas misteriosas, en las que podrían estarse reflejando, quién sabe, hechos y sucesos que realmente acontecieron alguna vez.

Por ello siempre nos han intrigado y atraído incluso en nuestros modernos y tecnológicos tiempos, haciendo volar nuestra imaginación.

Hoy vamos a hablar de una de ellas, muy conocida y de gran tradición en su país de origen, que no es otro que Polonia.

Podemos situarnos todavía un poco más y especificar que esta historia tiene su centro en lo que hoy es la bulliciosa y bella ciudad de Cracovia.

Según cuentan las viejas crónicas, hace mucho, mucho tiempo, en su ubicación, al amparo de las colinas, existía una localidad conocida como Wawel, que tomaba su nombre precisamente de la mayor de ellas.

Sus tierras eran gobernadas por un príncipe local de nombre Krak (Krakus en algunas fuentes), que regía la zona con justicia y era apreciado por el pueblo.

Era una localidad próspera en la que sin embargo una sombra empañaba la felicidad de sus habitantes, por cuanto de vez en cuando sufrían la desaparición inexplicable de alguno de sus ciudadanos.

Esos sucesos llevaban un tiempo atormentando al príncipe y sus súbditos, que habían constatado que la zona alrededor de la mayor colina que rodeaba su villa era en apariencia la más peligrosa, ya que la mayoría de desapariciones habían tenido lugar en su entorno, aunque nadie había podido determinar la causa.

De hecho, todos comenzaron a evitar esos caminos siempre que podían. Pero a veces no había más remedio que atravesarlos para llegar a alguna de las localidades vecinas, por lo que las desapariciones no dejaban de suceder.

Hasta que un día, el motivo acabó saliendo a la luz. Un pastor que buscaba una de sus ovejas andaba por la colina con toda prudencia cuando le pareció escuchar un ruido extraño en una cueva cercana.

Venciendo su temor, se introdujo hacia el fondo con el deseo de encontrar a su oveja perdida. Sin embargo, al llegar a una sala se llevó la sorpresa de su vida, puesto que allí, durmiendo plácidamente, encontró nada menos que un gigantesco dragón de un intenso color rojizo como los rescoldos de las llamas.

Presa del pánico huyó del lugar y corrió hasta el palacio del príncipe Krak para comunicarle su terrible hallazgo.

Al recibir en audiencia al asustado pastor, el mandatario comprendió de inmediato la causa de tantas desapariciones y con presteza formó un pelotón de guerreros para acabar con la amenaza.

Los hombres partieron hacia la cueva y entraron en ella, pero la cosa no fue como se esperaban pues el dragón les hizo frente y con sus llamaradas les puso en fuga al ver que nada podían hacer contra su fuerza y potencia.

Todas las partidas que se mandaron hacia el lugar corrieron igual suerte por lo que un tiempo después el príncipe y su gente estaban desesperados mientras su población seguía amenazada.

Ante la imposible situación que tenía frente a él, Krak tomó una nueva e increíble medida. Estaba dispuesto a ofrecer una gran recompensa a la persona que fuera capaz de acabar con el dragón y para ello recurrió a su bien más preciado.

Hizo público un edicto anunciando que aquel que acabara con el dragón recibiría el mayor tesoro que Krak podía ofrecer: La mano de su bella hija Wanda, que aceptó ese papel para ayudar a su pueblo.

A pesar dela generosa oferta, parecía que no había caballero en la zona que fuera a aceptar el reto, hasta que una mañana, al príncipe le comunicaron que un humilde zapatero local solicitaba le concedieran la posibilidad de enfrentarse al dragón.

En secreto, siempre había estado enamorado de la joven Wanda y ese amor le hizo jugarse el todo por el todo. Sin darle mucho crédito al zapatero como guerrero pero agradeciendo su valor, el príncipe lo recibió.

Para su sorpresa, el joven no le traía ningún elaborado plan militar sino más bien su cabeza había ideado una trampa que aunque Krak tampoco terminó de ver del todo, aceptó probar pues hubo de convenir que parecía muy meditada por parte del despierto aldeano.

Por ello, le facilitó todo lo que el joven solicitó. En primer lugar, pidió una oveja a la que esquiló completamente, después con ayuda de personal de la corte, fabricaron una réplica de la oveja con su lana y un relleno especial de azufre y alquitrán, según las especificaciones del zapatero.

Después una patrulla de soldados se encargó de acompañarle para llevar la oveja señuelo hasta la entrada de la cueva, ocultándose después todos a una distancia prudencial.

Cuando el dragón apareció no tardó en dar cuenta de ella de un solo bocado. Por un rato nada pareció suceder, ante el escepticismo de los soldados ocultos que ya veían que ese loco plan no iba a servir de nada.

Pero al tiempo, tal como en su mente había sospechado el inteligente zapatero, ese indigesto bocado le produjo al dragón una insoportable sed, por lo que voló hasta el cercano río Vístula para saciarla de inmediato.

Comenzó a beber agua en grandes cantidades y entonces, ante el inmenso asombro de los testigos, sucedió. Al contacto con el agua del río, el alquitrán y el azufre reaccionaron, provocando una tremenda explosión que literalmente reventó al dragón desde su interior.

Todos estallaron de júbilo y corrieron a abrazar al zapatero, que se convirtió de inmediato en el nuevo héroe local al librarles del peligro y logró además la mano de su amada Wanda.

Desde entonces, es recordada la gesta del humilde hombre al lograr derrotar con su inteligencia al gran dragón y en cuanto al príncipe Krak, tuvo también su importante homenaje ya que de su nombre salió el de la actual Cracovia.

Hoy en día de hecho, el recuerdo de aquel dragón sigue muy presente y se ha convertido hasta en un reclamo turístico de primer orden para la ciudad.

La cueva en la que cuenta la leyenda se ocultaba la criatura, en la ladera de la colina de Wawel, recibe hoy el nombre de Smocza Jamal, que significa “La guarida del dragón”, siendo visitada asiduamente. Además, en su entrada se erige una escultura de un imponente dragón que hasta echa fuego por la boca cada cinco minutos y es punto obligado para fotografiarse.

Hay un reflejo también en el mundo del celuloide, ya que en el festival de cine de Cracovia se conceden los premios llamados “Wawel Dragons”.

Desde luego, está claro que los habitantes de la ciudad no quieren olvidar aquellas historias que hablan de sus orígenes.

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