Supongo que si estáis pasando por aquí un rato, no seréis ajenos a la fecha del día y más específicamente a lo que nos espera esta noche.

Por supuesto, en MISTERIO ANIMAL tampoco podía faltar un contenido acorde con lo que representa Halloween en la actualidad para el público en general y además ligado a uno de los animales protagonistas de todo lo relacionado, como es nuestro amigo el gato.

La historia de hoy es un cuento, una leyenda, que quizá nunca sucedió o quizá sí, quién sabe, en esta noche todo es posible.

De hecho algunas malas lenguas sugieren que lo que os voy a narrar puede ser el recuerdo de algo que reamente tuvo unos protagonistas que lo vivieron en sus propias carnes.

Lo cierto es que como muchas de estas historias, el origen de todo se pierde en la bruma más espesa y habremos de conformarnos con situarnos en un pueblo inconcreto en un tiempo indeterminado.

Allí, en una casita de una planta vivía una humilde familia, el padre, la madre y su hijo, el pequeño Andrés, de nueve años.

El chaval era un chico vivaracho, inteligente y sensible que era muy bien considerado entre sus vecinos. Sin embargo, el padre era otro cantar.

Un hombre hosco, un poco amargado porque no le había ido demasiado bien y que por ello a veces se refugiaba en la bebida y no era especialmente amable y cariñoso con su mujer y con Andrés.

Una noche, el chico escucho unos ruidos en los matorrales cercanos a la ventana de su cuarto y cuando se asomó un poco para investigar, pudo vislumbrar algo pequeño que se movía y ocultaba.

Curioso por naturaleza, Andrés salió por la ventana, para encontrar un adorable gatito que le miraba con temor. Gran amante de los animales, el chaval no pudo por menos de volver a entrar en su casa y con todo el cuidado del mundo pues sus padres ya dormían, sacó de la cocina unas migajas de comida y un poco de agua para el pobre animalito.

El gatito, como si entendiera que el niño no era una amenaza agradeció la ayuda y se restregó afectuoso por sus piernas. En ese momento ambos supieron que debían estar juntos.

Sin embargo, para Andrés había un problema, su padre. Obviamente sabía que no le iba a permitir tener un gato en casa, pero eso no le arredró y en las siguientes noches siguió saliendo discretamente a alimentar y cuidar a su pequeño amiguito.

Como se aproximaba el invierno, incluso se las ingenió para conseguir una caja de cartón con la que le hizo un refugio que ocultó también en los matorrales, de los que el gato ya no se movía, consciente de que allí estaba a salvo gracias a su amigo humano.

Sin embargo, una noche especialmente fría, Andrés sintió mucha pena por el felino y decidió arriesgarse y meterlo en su cuarto, pensando en sacarlo a primera hora antes de que su padre despertara.

Pero el pobre niño no pudo aguantar el sueño y se durmió, mientras el gatito hacía lo propio hecho un rosco a su lado en la cama. Y por la mañana pasó lo que no debía pasar. El padre entró para llamar a Andrés y encontró al gato en su cama.

Montó en cólera y el niño tuvo que ser rápido para abrir la ventana y permitir que el animal escapara de un salto mientras el padre soltaba toda sarta de improperios.

El niño tuvo que confesar todo lo que había estado haciendo y acabó castigado y teniendo que prometer que dejaría de ayudar al gato o afrontar la contrapartida de que su padre se encargara del minino y el chaval sabía lo que eso podía significar.

Por suerte, la intercesión de su madre consiguió que la cosa quedara ahí por el momento sin que el hombre saliera tras el gato ni molestara más a su hijo.

Sin embargo, la siguiente noche fue una de aquellas en las que el hombre visitaba algunos bares, con lo que para cuando volvió a casa estaba bebido y de mal humor.

Quiso entonces la fatalidad que precisamente entonces recordara el incidente del gato y ahí encontró con qué liberar su mal genio. Antes de entrar, se acercó a los matorrales en busca del gatito y con muy malas intenciones.

No tardó en encontrar al minino, que esperaba a su amigo sin haberse movido de su refugio. El mal hombre encontró una rama fuerte en el suelo y la blandió dispuesto a asestar un golpe fatal al animalito.

Pero entonces sucedió algo completamente inesperado y aterrador. Justo cuando levantaba el brazo, el gato pareció de pronto hacerse más y más grande envuelto en una irreal bruma luminosa, hasta alcanzar un gigantesco y amenazador aspecto.

El hombre se quedó paralizado y más todavía cuando súbitamente y con una voz grave y cavernosa, el felino comenzó a hablarle.

Qué pasa, le dijo, ¿No me reconoces? ¿Quieres volver a matarme? ¿No te bastó con hacerlo una vez?

Al oír aquello al hombre se le heló la sangre y únicamente pudo salir despavorido y refugiarse en la casa, entrando en la cama mientras temblaba de puro terror, hasta que el alcohol hizo que se quedara dormido.

En este punto, debo contaros algo sumamente importante que no sabíais, aunque parece que el misterioso gato sí conocía y es que el padre ocultaba un oscuro y siniestro secreto.

Y ese no era otro que lo que había ocurrido par de años atrás en una aciaga noche de esas de borrachera. Esa vez terminó realmente bebido y volviendo por la ribera del río junto a otro colega de alcohol surgió una discusión entre ellos por cualquier nimiedad que ya nadie recordaría.

Pero aquello derivó en una terrible pelea alimentada por la bebida que terminó de la peor manera posible, puesto que el padre de Andrés soltó toda su rabia y a palos acabó con la vida del otro.

Tras comprobar lo que había hecho, decidió ocultar las pruebas y tras llenarle de piedras lo sumergió en la parte profunda del río, olvidándose del asunto como si no hubiera ocurrido sin hablar de ello a nadie jamás.

Coincidió que el hombre desaparecido no tenía muchas raíces en el pueblo, por lo que tampoco es que nadie se esforzara en su búsqueda ni notara especialmente su ausencia y el padre de Andrés salió bien librado de su acción.

Pero ahora, al parecer alguien más conocía su terrible secreto, aunque al levantarse se dijo que eso no podía ser y que todo debía haber sido producto de la borrachera y en realidad sufrió una alucinación, aterradoramente real, sí, pero únicamente producto de su imaginación.

Por si acaso, prefirió olvidarse del tema por unos días, en los que estuvo más amable que de costumbre, pero al final su auténtico carácter debía salir a flote de nuevo.

Andrés, arriesgándose a nuevas broncas, había seguido alimentado y cuidando al gato y aunque el padre lo sospechaba, lo había dejado correr esos días.

Pero otra noche, aunque esta vez sin estar bebido, se dijo que no debía tener miedo y que ahora iba a finiquitar el asunto de una vez por todas, por lo que tras la cena, salió de casa y fue directo hacia la zona en la que imaginaba seguía el animal.

Al poco lo encontró y lo arrinconó dispuesto a acabar con su vida, pero entonces, el espanto se desencadenó de nuevo puesto que el mismo proceso de transformación sucedió ante sus ojos llenando su corazón de puro terror.

Esta vez, el infernal ser le confirmó que en efecto era su víctima que había regresado para hacerle pagar por su crimen y le provocó el horror más absoluto cuando le amenazó diciendo que se quedaría ahí para atormentarle en todo momento y recordarle lo que hizo hasta que no aguantara más y él mismo se quitara la vida como penitencia.

Ante tan aterrador panorama, el padre, que sería muchas cosas pero valiente no, salió a la carrera del lugar para no volver por allí.

De aquel hombre nunca más se supo, puede que el mal le siguiera y acabara pagando por lo que hizo o puede que no y tuviera que seguir viviendo aterrorizado por si lo encontraba de nuevo, pero el caso es que el olvido más completo cayó sobre él.

Por otra parte, cuentan que la mujer y Andrés no lo echaron especialmente de menos y rehicieron su vida felices y tranquilos, por supuesto en compañía del nuevo miembro de la familia, su encantador gato, que para ellos y ante ellos siempre sería eso, un bonito y cariñoso animal de compañía.

Espero que la historia os haya gustado para hoy y que en la noche estéis a salvo de demonios y brujas. Os deseo un misterioso Halloween.

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