Hoy llega de nuevo a nosotros la esperada noche de Halloween, con todo su misterio y su halo terrorífico. Lamentablemente, la situación actual provocada por la maldita pandemia, con su propia crudeza y también su cercano terror, ha marcado y deslucido este día, como tantos otros desde hace meses.

No obstante, no quería faltar a mi cita con vosotros, en la confianza de que al final lograremos salir adelante a pesar de lo extremadamente duro y difícil que está resultando el camino.

Y si al menos por unos momentos, con estas líneas os distraigo un poco de esta situación, estará bien. Así que vayamos al grano porque siendo el día que es quiero contaros una historia terrorífica, que implica a un ser que parece sacado de una pesadilla.

Todo comenzó allá por finales de septiembre del pasado año. Entonces, un misterioso monstruo salió a la luz haciéndose viral en el mundo entero a la velocidad del rayo. Se trataba del infame “Wigu”.

La persona que dio a conocer el relato explicaba que este era un ser casi demoníaco y del que nadie osaba hablar, que habitaba oculto en los arenales egipcios desde siempre y que tenía especial predilección por acercarse a los cementerios para alimentarse de carne humana, siendo especialmente peligroso toparse con esta criatura porque lo más probable sería que no lo contaras.

Su forma era parecida a la de una tortuga, pero con un caparazón como acorazado, una larga cola que usaba como un látigo y por encima de todo, unas terribles mandíbulas capaces de partir a alguien en dos.

Lo más aterrador de todo es que esa persona que prendió la mecha no se limitaba a describir al monstruo, sino que se filmó con un ejemplar para que además todos pudieran escuchar algo increíble y de lo que todavía no he hablado.

Se trataba de su agudo sonido, que sin duda recordaba hasta helar la sangre a los chillidos de un humano aterrorizado. Al parecer se decía que a través de la criatura se podían oír los lamentos de las almas torturadas de aquellos que iban al infierno y de los que el wigu tenía predilección por alimentarse.

Así que disponeos a hacer honor a la noche de Halloween y aterrorizaros con los horribles gemidos del wigu:

Realmente el corto vídeo, de apenas 20 segundos, resultaba impactante, por lo que no tuvo nada de extraño que se propagara como la espuma y llenara la red de cuestiones y comentarios sobre aquel horrible ser del que la mayoría no tenía noticia.

La proximidad, estábamos ya entrado octubre, del propio Halloween del año anterior, ayudó sin duda a que la bola creciera en muy poco tiempo hasta tomar proporciones inauditas.

Una historia aterradora y un ser horroroso del que más vale alejarse, ¿Verdad? Un relato realmente apropiado para esta noche misteriosa. Ahora, como siempre debería deciros que en vosotros recae la decisión de considerar más o menos la historia en función de los datos que modestamente intento en todos los casos aportar.

Pero claro, eso lo hago cuando honestamente entiendo que las opciones quedan en cierta forma abiertas y no definidas o explicadas por completo en un sentido o en otro. Y en este caso concreto no fue así, porque tan rápido como se infló, la bola acabó desinflada ante la explicación real e indiscutible.

Porque la verdad es que lo único cierto en todo el conjunto era el pobre bicho, cosa que de por sí también sorprendió a más de uno, ya que ni existía el tal wigu, ni vivía en Egipto, ni se alimentaba de seres humanos y por supuesto no chillaba como ellos.

Vayamos por partes. Lo del nombre, la localización geográfica, la leyenda y el menú, fueron directamente invenciones del bromista original, que no tuvo más remedio que admitir cuando su principal embuste, el de la tortuga infernal y sus gemidos, quedó al descubierto.

Varios internautas demostraron que la banda sonora del vídeo había sido montada mediante la conocida aplicación Tik Tok, añadiendo los gritos humanos, de biblioteca sonora, a las imágenes del animal, haciéndolos coincidir con los momentos en que abría la boca.

Animal, por cierto que como os decía y a pesar de su aspecto, existe desde hace miles de años y es un formidable depredador, como pronto también otros se encargaron de hacer notar para terminar de deshacer la historia. Se trata de la tortuga aligátor (Macrochelys temminckii), también conocida como tortuga caimán o tortuga mordedora.

Es un animal de hábitos acuáticos y su zona de distribución se encuentra principalmente en la parte sureste de los Estados Unidos, siguiendo el curso del río Mississippi y sus afluentes. No obstante también puede llegar más al norte, habiendo poblaciones en ambas Dakotas. Por el sur llega hasta zonas mexicanas como Chiapas o Tabasco, e incluso a ríos guatemaltecos.

Como decía antes, es un feroz depredador dotado de una potente mandíbula ósea, que más recuerda al pico de un ave de presa y que se convierte en una trampa mortal, con la que atrapa casi cualquier cosa que caiga a su alcance y tenga el tamaño adecuado. Pero por otro lado es un formidable oportunista que no desdeña en absoluto la carroña cada vez que tiene la oportunidad.

Los grandes ejemplares pueden alcanzar los 75 centímetros de largo y 80 kilos de peso, aunque se han hallado ejemplares de un metro y más de 100 kilos, por lo que pueden llegar a ser peligrosas incluso para el hombre.

No obstante suelen ser de naturaleza pacífica y movimientos lentos, siendo su estilo puramente de emboscada, quedándose inmóviles hasta que algo que les interese pase cerca de sus mandíbulas, momento ese sí en el que reaccionan con increíble rapidez.

Así que esa es toda la información. No me negaréis que la historia tal como empezaba era ideal para este día y aunque luego el misterio no fuera tal, lo cierto es que el animal protagonista por sí mismo y sus características tampoco queda muy mal para la noche de Halloween.

Noche que, por cierto y a pesar de la cruda realidad, espero que viváis misteriosamente. Os deseo que así sea. ¡Buen Halloween y buenos misterios!

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