Si estáis familiarizados con el significado de la palabra, convendréis que el título de esta entrada contiene una prudente advertencia.

“Tarascada” viene a significar mordedura, herida hecha con los dientes y más figuradamente, golpe o revolcón. Procede a su vez del verbo “Tarascar” que es morder o herir con los dientes.

Es probable que hubierais oído la expresión, pero a lo mejor lo que os resulta nuevo es conocer de dónde proceden tanto el sustantivo como el verbo, pues su origen hay que buscarlo en la historia de un legendario animal.

Una criatura terrible llamada la “Tarasca”, que curiosamente ha acabado formando parte del imaginario colectivo europeo y muy especialmente de muchos puntos de España.

Este mitológico ser podría equipararse a un dragón por su aspecto. De gran tamaño, podía medir más de veinte pies de longitud, lo que serían unos 6 metros, con un fuerte y largo cuello que culminaba en una imponente cabeza redondeada en la que destacaba una aterradora boca erizada de afilados dientes, unos ojos que brillaban como llamas y como postre una larga cola que usaba a modo de látigo como arma adicional.

A veces, según las variaciones que con el tiempo ha ido tomando la leyenda, las descripciones añaden algún elemento, como por ejemplo seis patas, cuerpo de león o una cola, en este caso como la de un escorpión.

Ni que decir tiene que en su territorio sembraba el terror entre los campesinos que no eran capaces de enfrentarse a criatura tan poderosa, que además era consideraba la encarnación del maligno.

Su nombre, Tarasca, viene de la región que dio origen a la leyenda que cuenta su historia, la villa de Tarascon, en la Provenza francesa.

Y la historia viene de muy lejos, nada menos que de los tiempos de Cristo su protagonista no es otra que Santa Marta, que fue hermana de Lázaro (El resucitado) y Magdalena (María Magdalena).

Cuentan que a la muerte de Jesús y dado que la familia había caído en desgracia, fueron obligados a embarcar sin rumbo fijo, aunque milagrosamente acabaron arribando a la costa cerca de la actual Marsella. Marta marchó después hacia Occitania, por lo que hoy sería la zona de la Provenza y dónde se halla precisamente la villa de Tarascon.

Al llegar por allí, comenzó a escuchar testimonios de campesinos aterrados que le hablaban de una criatura maligna que asolaba sus campos y acababa con cualquiera que se cruzara en su camino.

Marta acabó sabiendo que el propio rey de Tarascon había enviado a sus ejércitos contra el monstruo sin resultado alguno, pues habían salido derrotados cada vez que se habían enfrentado.

Finalmente, conociendo su historia como sierva de Jesús y la devoción de Marta, fueron las propias fuerzas vivas de la localidad las que suplicaron a la mujer que les ayudara desde su santidad a combatir a la Tarasca.

Ella, compadecida, aceptó la misión y una mañana temprano marchó junto a una partida de caballeros hacia la zona del bosque en la que suponían que la bestia tenía su guarida.

Al llegar a una zona especialmente espesa, ella ordenó al resto de los hombres que volvieran al pueblo y se adelantó en solitario portando como únicas armas un crucifijo de madera y un poco de agua bendita.

Mientras regresaban, los hombres escucharon a lo lejos unos horribles rugidos y después el silencio, por lo que con dolor imaginaron que la devota Marta había sucumbido por intentar ayudarles. Al llegar a la villa transmitieron las noticias haciendo que toda la población quedase consternada y comenzase a orar por la valiente Marta.

Sin embargo nadie esperaba lo que iba a suceder un rato después puesto que por increíble que pareciera, a lo lejos contemplaron algo que los dejó petrificados. En lontananza pudieron ver a Marta que regresaba andando a la villa y no iba sola, puesto que atada a una correa llevaba nada menos que a la temible Tarasca, que la seguía como si fuera un manso perrito.

Cuando la pareja se presentó en la calle principal del pueblo entre la gente, nadie supo cómo reaccionar y quedaron hipnotizados por la escena. Al final, venciendo el miedo, los caballeros pensaron que era su oportunidad y aprovecharon ese estado de mansedumbre para atacar a la Tarasca, que murió sin resistirse.

La hazaña de la humilde Marta, pronto alcanzó la categoría de leyenda y es el origen de una tradición que, como decía al principio, se ha mantenido muy viva en muchas partes, por supuesto en Tarascon, pero también especialmente en España.

Es así como para el Corpus Christi, en una extensa lista de localidades de nuestro país se han celebrado y celebran todavía, procesiones en las que una parte destacada son las maquetas o figuras representando precisamente a la Tarasca y recordando la victoria del bien, representado por Santa Marta, sobre el mal, representado por la criatura.

Podemos citar por ejemplo a Granada, Valencia, Tudela, Zamora, Toledo, Segovia, Málaga, Burgos, Astorga y otras variadas localidades, castellanas, catalanas, navarras o gallegas. Incluso hasta en Madrid y sus pueblos han existido estas celebraciones.

En cuanto a la leyenda en sí misma, hay fuentes que le otorgan todavía mayor credibilidad al convertir el monstruo original en algo también temible pero menos mítico, pues si seguimos esas narraciones la criatura a la que Marta consiguió vencer no sería sino un cocodrilo.

En algunas ocasiones, barcos llegados desde tierras egipcias parece que pudieran haber llevado ejemplares de estos animales y quizá alguno hubiera podido escapar y establecerse por los alrededores de Tarascon. Marta, que había estado por la zona de influencia egipcia, podía haber aprendido allí la manera de dar caza a estos animales y así haber utilizado esos conocimientos en aquella situación.

Sea como fuere, lo que ha quedado hasta nuestros días es la historia de Santa Marta y la Tarasca, como simbolismo y recuerdo de la eterna lucha entre el bien y el mal.

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