Cocodrilo del Nilo.Fijándonos en el título de esta nueva entrada, podríamos pensar que hay algo que no encaja muy bien, puesto que si nos dijeran de pensar en algún animal que entendamos amistoso hacia los humanos, seguro que probablemente nadie se decidiría por nombrar al gran reptil.

El cocodrilo es, desde luego, un formidable animal, superviviente desde hace millones de años y que a todos nos produce un gran respeto cuando no decididamente miedo.

Todos hemos visto incontables documentales con las peripecias de estos grandes reptiles. Quién no ha contemplado alguna vez imágenes de las manadas de herbívoros en el Masai Mara y su multitudinario paso del río Mara con los cocodrilos acechando y cazando a todo desventurado animal que se pone a su alcance.

Los documentales nos han permitido ver también tensos momentos en los que estos reptiles emboscan a los animales que se acercan a abrevar y por supuesto todos hemos oído historias de humanos víctimas de los cocodrilos.

De este modo, por su fuerza, su sigilo y su naturaleza impredecible y salvaje, estos grandes depredadores están instalados en el subconsciente colectivo de la humanidad como unos seres a los que hay que temer.

Sin embargo, por increíble que parezca, existe un punto en el que algunos ejemplares de una de las especies más representativas y formidables, el famoso cocodrilo del Nilo (Cocodrylus Niloticus), se han convertido en amigos de los humanos.

Y lo más alucinante de todo es que esta relación que desde hace siglos estaba limitada a los habitantes de la zona, se ha convertido ahora en un reclamo turístico de primer orden, permitiendo que gente de todos los rincones experimenten en primera persona esa extraordinaria relación.

Para saber más, debemos desplazarnos al pequeño país africano de Burkina Faso, allí, más o menos en el centro geográfico del país y a unos 30 kilómetros de la capital, Ouagadougou, se encuentra nuestro destino.

Se trata de la población de Bazoulé. Es esta una localidad de unos 5.000 habitantes, ribereña con el río Volta. Es precisamente en una zona lacustre cercana en la que se pueden contemplar estos hechos.

Se trata en realidad de un pequeño lago adyacente al propio curso del río y en el que habita una población de cocodrilos estimada hoy en día en cerca de 100 ejemplares. Es en sus orillas donde los humanos y los reptiles se relacionan amistosamente.

Amigos.Desde tiempos inmemoriales se ha forjado un entendimiento pacífico con los habitantes de la localidad que permite que podamos contemplar escenas tan aparentemente inverosímiles como cocodrilos acudiendo pausadamente al encuentro de sus amigos humanos para ser acariciados como perritos o incluso podremos ver a los niños de la zona montándose en los formidables reptiles como si fueran ponys.

Las escenas dejan a todos con la boca abierta, sobre todo porque no es algo que se repita en otras localidades. Pero el fenómeno ha llegado ya a ser tan popular que hoy en día no hay turista que se precie que no se haga alguna foto cerca o sobre un gran cocodrilo.

Las fotos y vídeos que acompañan esta entrada dejan contemplar perfectamente a qué me refiero y es desde luego algo para ver. Pero una vez visto, es imposible que no surjan las preguntas, ¿Cómo fue posible llegar a este punto? ¿Cómo empezó todo?

Pues bien, aquí es donde aparece la leyenda, que se encuentra profundamente arraigada entre la etnia Mossi, la nativa de esa zona.

Amigos 2.Y según se cuenta, al parecer todo comenzó a originarse a finales del siglo XIV, reinando en la región el monarca Naba Kouda. La aldea de Bazoulé ya existía entonces aunque con un tamaño mucho menor y como además el cauce del río no era exactamente igual que hoy en día, los habitantes del poblado debían recorrer todos los días 15 kilómetros de tierras semidesérticas para poder aprovisionarse de agua.

Una temporada se produjo una sequía especialmente devastadora, hasta el punto de que todos se encomendaron a sus dioses buscando una ayuda que los salvara en el último momento.

Los ruegos debieron ser escuchados, porque un buen día y de improviso se produjo un increíble fenómeno. Del cielo comenzaron a caer cocodrilos que tan pronto llegaron al suelo comenzaron a excavar la tierra con sus fuertes patas, ante el asombro de los aldeanos, que simplemente los dejaron hacer.

En unos pocos días habían excavado una gran oquedad entre el río y el pueblo. Todos los cocodrilos se instalaron allí y entonces, como si se tratara de algo acordado, comenzó a llover. Pero en esta ocasión, lejos de perderse el agua, filtrada en las resecas tierras, comenzó a almacenarse en la excavación de los cocodrilos hasta formar un magnífico lago.

Desde entonces, cada vez que llovía, el agua iba hasta allí, con lo que los aldeanos ya no volvieron a pasar sed y tuvieron siempre un suministro de agua asegurado.

En agradecimiento llevaban comida a los cocodrilos y poco a poco, con el transcurso de los años, comenzó a fraguarse una relación de amistad y respeto entre ambas especies, que ha continuado hasta hoy en día.

De hecho, una vez al año siguen celebrando una popular fiesta llamada Koom Lakre, como recordatorio del día que los cocodrilos salvaron al poblado. En ella continúan pidiendo a los reptiles que los protejan y proporcionen salud y abundancia a la población.

Para los más ancianos además, los cocodrilos representan el alma de sus antepasados y son dignos del mayor de los respetos. Sus sonidos, algo así como gritos, son interpretados para saber si se acerca alguna desgracia y tomar así las medidas oportunas y cuando alguno de los reptiles muere, se le dispensa un funeral que no desmerece del que se realizaría por un ser humano.

Por supuesto, también existe una explicación más prosaica para comprender esta increíble historia de amistad. Según esta segunda, es cierto que en aquellos tiempos hubo al parecer tremendos períodos de sequía.

Eso hizo que el cauce del río fuera reduciéndose por diversos puntos, provocando que zonas que formaban parte del cauce original, se quedaran aisladas como pozas independientes y por tanto secándose progresivamente.

Parece probable que alguna población de cocodrilos se quedase aislada en una de estas pozas y que ante la pérdida progresiva de agua, comenzaran a excavar en busca de refugio en la arena para protegerse del abrasador sol y quizá también en busca de más agua. De esta manera lo que consiguieron en realidad fue crear la superficie idónea para que las escasas lluvias pudieran almacenarse y dar forma con el tiempo al lago que hoy existe.

Ante tal circunstancia favorable, la población de reptiles se hizo estable ya que tenían el suministro de agua asegurado. Por otra parte, los pobladores de los alrededores no tardaron tampoco en darse cuenta de su suerte y en que debían agradecerlo a los cocodrilos, por lo que como muestra de gratitud y también para evitar en lo posible ataques por hambre, comenzaron a ofrecerles ofrendas en forma de alimento.

Los reptiles tampoco tardaron en darse cuenta de que era mejor para ellos no atacar a esos humanos, pues de esa forma tenían la comida asegurada sin esforzarse, por lo que se fueron haciendo más y más tolerantes hacia ellos. Y la presencia y actividad constantes de los cocodrilos mantenían el lago estable, por lo que para los nativos también era bueno.

De ese modo, con el paso de los años firmaron un pacto tácito de no agresión y respeto mutuo fundamentado en que era beneficioso para ambas partes, pacto que se ha mantenido hasta el presente.

Como veis, dos maneras de explicar las cosas que al final llegan al mismo punto y que no es otro que la extraordinaria relación que dos especies tan diferentes como los cocodrilos y los humanos han logrado forjar en base a buscar el beneficio mutuo y respetarse. Tampoco está mal ¿No?

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