En otras ocasiones he traído hasta aquí historias relacionadas con los gatos y el color de su pelaje, pues no son pocas las leyendas que nos describen el porqué de sus diversos mantos.

Seguro que si rebuscáis un poco por las entradas de MISTERIO ANIMAL no tardaréis en encontrar alguna hablando de ellas y para ampliar el abanico vamos a sumar otra más.

En esta ocasión quisiera comentaros la manera en la que según cuenta una bella leyenda de origen celta, los gatunos de pelaje blanco y negro adquirieron tal cualidad.

Como siempre, tendremos que remontarnos a un tiempo lejano e inconcreto. Por entonces encontraríamos a un humilde pescador que compartía su azarosa vida con una amiga muy especial.

Se trataba de una bella y cariñosa gatita de pelaje negro como el azabache y preciosos ojos amarillos, a la que el hombre dio por llamar “Buigh”. Ambos eran inseparables y cuando el marinero estaba en tierra pasaban juntos todo el tiempo que podían. Tanto es así que hasta compartían la comida y dormían juntos en el mismo jergón haciendo más llevadero el frío de la noche.

Sin embargo, un aciago día todo cambió cuando el hombre partió hacia la mar para ganarse el sustento. La mayoría de las veces llevaba consigo al felino, pero esta vez, quizá acuciado por algún sombrío presagio, decidió mejor dejar a Buigh en tierra al cuidado de su madre.

Como la mujer estaba ya mayor, consideró más seguro encerrar a la gata en su granero para evitar que se pudiera escapar o que le ocurriera algo en la calle. Así, el animal estuvo por días esperando ansiosa el retorno de su amigo.

Pero desgraciadamente eso ya no ocurriría. Una mañana, otro marinero de un barco vecino se presentó en la casa de la madre para darle la terrible noticia de que su hijo había desaparecido en el naufragio de su pesquero tras una tremenda tormenta marina.

La madre rompió en sollozos, pero no fue la única porque Buigh había alcanzado a oír al marinero y desesperada logró encontrar una pequeña grieta en las paredes de madera del granero, escapando a toda carrera hacia el puerto.

Allí pasó todavía unos días dando vueltas de un lado a otro esperando sin cesar la aparición del barco de su dueño, hasta que sin saber muy bien cómo hacer, empezó a seguir la línea de la costa mirando al horizonte, alejándose cada vez más de su hogar.

Tras semanas de incesante vagabundeo, la fiel gata, hambrienta y desmejorada, llegó a la costa norte del país, hasta los acantilados de Kirkwall. Sin esperanzas y triste, se dirigió al propio océano diciendo:

“Por favor, Llévame con él al fondo de tu abismo. Te regalo mi alma inmortal, pues sin él no hay sitio para mí en este mundo”

Ante tan conmovedora plegaria, el océano hizo aparecer una ola gigante que arrastró a Buigh. Todo se volvió oscuro, hasta que de repente, la gata abrió los ojos lentamente para ver una sombra familiar.

El animal no daba crédito porque allí acurrucándola con amor se encontraba su querido amigo, al menos su brillante espíritu. Sucedió además otro pequeño milagro, ya que el hombre recobró la consciencia de sí mismo que había perdido y supo quién era y reconoció, sintiendo una oleada de cariño en su interior, esos brillantes ojos amarillos, su querida gatita.

Sin embargo no pudo por menos de notar que algo había cambiado pues su negro pelaje estaba ahora surcado por zonas de purísimo color blanco, componiendo un bello contraste de claro y oscuro.

Cuando se estaba preguntando el motivo, el océano habló desde el fondo con voz profunda para decirle:

“Este fiel animal me ofreció su alma a cambio de regresar contigo, pero no puedo privar al mundo de un alma tan noble, a cambio llevará en su manto mi recuerdo, la espuma del mar y un don que le concedo a ella y sus descendientes, el de llevar la armonía y la alegría a cada hogar que habiten”.

Y así según cuenta la leyenda, desde entonces los gatos blancos y negros conservan y transmiten el legado de la pequeña Buigh, en recuerdo de su amor y fidelidad.

No lo olvidéis si un gato de esos colores llega a vuestra vida, acogedle y permitidle que os haga llegar su armonía y alegría.

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