La Segunda Guerra Mundial ha dado lugar a mil y una historias de todo tipo que ahora tampoco vamos a categorizar, pero por supuesto también entre ellas las hay que aportan  un toque realmente misterioso e inexplicable.

Ciertos sucesos resultaron poseer un matiz escalofriante que los han hecho perdurar en el tiempo entre quienes los conocieron o supieron de ellos, si bien, curiosamente, siendo a la vez bastante desconocidos por el gran público.

Es el caso del verdaderamente siniestro incidente que os quería relatar hoy y que a la vez tuvo lugar durante una parte de la guerra que tampoco ocupa habitualmente las portadas de los noticieros o los grandes documentales históricos.

Os pongo en situación. En los inicios del conflicto, más o menos entre noviembre de 1939 y marzo de 1940, tuvo lugar la que se denominó particularmente como “Guerra de invierno”.

Los enfrentados no fueron curiosamente los alemanes contra otros, sino los soviéticos contra los finlandeses.

En esa época, la Alemania de Hitler no era la única que tenía planes de expansión. Los comunistas soviéticos tenían a su vez el ojo echado a los países bálticos y pensaron que Finlandia, dada la enorme superioridad militar que estimaban tener contra ellos, sería un presa fácil e idónea para empezar, aprovechando las hostilidades que se habían abierto en Europa.

Por ello se lanzaron a la acción, aunque pronto la orografía, el clima y la propia resistencia que encontraron entre los habitantes, que, por ejemplo, bloqueaban sistemáticamente las carreteras, ralentizaron su avance completamente, con el helador invierno acechando a sus tropas.

Ante eso, el mando soviético decidió concentrar sus esfuerzos en la zona norte del país, que se consideraba menos poblada y peor defendida.

A toda prisa se formaron dos divisiones, que dicho sea de paso, con la precipitación por conseguir resultados no fueron ni convenientemente seleccionadas ni adecuadamente pertrechadas. Pero en cualquier caso las pusieron en marcha.

Su primer objetivo era el norteño puerto de Petsamo, para después bajar hacia la localidad de Rovaniemi. Con estos enclaves conquistados, tendrían un paso franco hacia la capital, Helsinki y con ella caída, el país estaría en sus manos.

Así que desde dos direcciones diferentes, las divisiones convergieron hacia Petsamo. El problema es que para ello debían atravesar una zona de espesos y frondosos bosques dentro del término de la localidad de Ivalo, con el río del mismo nombre dificultando también la marcha.

A pesar de todo y trabajosamente, los soviéticos iban avanzando y los rumores y noticias sobre ese avance se fueron extendiendo por el país alarmando a sus gobernantes y población. El problema es que la mayor parte de las tropas finlandesas estaban cubriendo el itsmo de Carelia, punto natural de entrada desde Rusia por el sur del grueso de las tropas invasoras y no tenían grandes reservas para desplazar hacia el norte.

No obstante, los mandos finlandeses tomaron una decisión que a la postre resultó decisiva, como fue poner al frente del contraataque al general Mannenheim, que curiosamente había servido 25 años en el ejército soviético, por lo que conocía a la perfección sus métodos y tácticas.

Sabedor de estar en inferioridad por número de tropas y armamento, el general diseñó una estrategia de desgaste y guerra psicológica, que después pudo tener mucho que ver en los sucesos posteriores.

Comenzó por dividir sus recursos en pequeños grupos operativos que operaban bajo la táctica conocida como “Motti” y que a nosotros, españoles, nos recuerda en extremo a la guerra de guerrillas que ya los nuestros utilizaron contra las tropas de Napoleón.

Esa palabra se refiere literalmente a un metro cubico de madera cortada, de leña. Por analogía, los finlandeses hablaban de “Motti-ruskki” para denominar a las tropas rusas rodeadas, tal como si fueran leña cortada y dispuesta para ser usada.

Se trataba de hostigar al grueso de la división invasora con pequeños, rápidos y seleccionados ataques, de tal forma que se consiguiera irla dividiendo en grupos cada vez más pequeños y aislados, de una manera sistemática.

A diferencia de los soviéticos, las tropas finlandesas que se encargaban de estos asaltos quirúrgicos, sí eran soldados de élite, bien entrenados, formados y equipados a conciencia para el duro invierno, siendo además perfectos conocedores del terreno, por lo que pudieron compensar su clara inferioridad numérica con su mayor maniobrabilidad y experiencia táctica.

De hecho a estas pequeñas y especializadas unidades se les acabó denominando precisamente mottis, por las tácticas que empleaban.

Por si fuera poco, al parecer y según cuentan algunas fuentes, se dieron instrucciones a los habitantes de las zonas afectadas de propagar todo tipo de rumores y leyendas sobre horrores ocultos en los bosques, toda vez que los poco preparados soviéticos se sabía además que eran bastante supersticiosos.

Seguramente todos estos factores contribuyeron en gran parte a que se produjera el episodio concreto que protagoniza este relato y al que tras ponernos en situación, vamos a llegar en este momento.

La parte más numerosa de la primera división, que un atardecer consiguió alcanzar los alrededores de Ivalo a pesar de que ya habían sufrido bajas por los ataques finlandeses, se dispuso a acampar para pasar la noche.

El coronel que mandaba esas tropas no quería seguir los consejos que le habían dado los lugareños de no acampar por nada del mundo en el interior del bosque, sino hacerlo en las carreteras o zonas despejadas, pues pensaba que todo era una trampa para que sus tropas quedaran al descubierto y fueran vulnerables durante la noche.

Por ello, ordenó adentrarse en la espesura y montar el campamento allí. Increíblemente y aquí viene el misterio, ninguno de los integrantes de esas tropas llegó a ver la luz del día.

Un grupo de soldados finlandeses fue avisado de la zona en la que pensaban que los rusos habían acampado y salió presto a interceptarlos y acosarlos. Llegaron dos días después a primera hora de la mañana. Descubrieron el campamento y se dispusieron a avanzar con sumo cuidado esperando el ataque de los rusos.

Pero nada de esto sucedió, los finlandeses llegaron hasta el corazón del recinto sin que un alma les hiciera frente, sin disparar un solo tiro, tan solo para encontrarse cara a cara con el horror más absoluto.

Puesto que según las crónicas, ni siquiera esos aguerridos soldados estaban preparados para el dantesco espectáculo que encontraron, para la carnicería humana que tuvieron frente a sus ojos.

Por todas partes había restos humanos y la nieve estaba ensangrentada hasta extremos inauditos. Cuerpos desmembrados, caídos, con horribles heridas. Las tiendas destrozadas, las ropas hechas jirones. Había indicios de una brutalidad inusitada en todas direcciones, muchos de los cuerpos mutilados horriblemente y con rostros desencajados por el miedo.

La totalidad de los integrantes del cuerpo militar habían sido aniquilados. No encontraron supervivientes.

Los finlandeses no daban crédito a lo que estaban viendo. Pronto sin siquiera tener que hablarlo entre ellos, se dieron cuenta de que ahí había pasado algo que superaba en mucho los resultados de una escaramuza militar, de una batalla, por cruenta que fuera.

Daba la impresión de que una fuerza extraña, súbita, e inaudita, se había desatado con extrema ferocidad sobre el campamento sin que nada pudieran hacer los soviéticos a pesar de tener armamento más que suficiente. De hecho se hallaron casi intactas las reservas de armas y munición de la división.

El horror alcanzó a ser tan absoluto, que los finlandeses llegaron a encontrar colgando de un árbol, nada menos que la piel entera despellejada de un soldado ruso y no extirpada con instrumentos de precisión como un bisturí, sino tal como si hubiera sido bestialmente arrancada del cuerpo.

Una foto supuestamente tomada en ese horrible momento, ha llegado hasta nuestros días. Es la que tenéis junto a estas líneas.

Sea como fuere, tal cuadro de terror apocalíptico tuvo sus consecuencias, puesto que la notica del extrañísimo incidente corrió como la pólvora, llegando por supuesto también a la otra división soviética, que tras haber alcanzado después la zona de la catástrofe y a la vista del estado de desmoralización que la visión del escenario produjo en los soldados, se volvió a replegar, renunciando del todo a esa parte de la campaña militar.

El hecho ocurrió, la masacre de esa división soviética fue real. No es una de las grandes batallas o hitos de la gran guerra que suelen salir en los documentales, pero sucedió y la verdad es que a día de hoy tampoco ha sido explicada fehacientemente.

Las hipótesis más tradicionales hablan de que ante la crudeza del invierno y la falta de suministros, los propios soldados soviéticos se habrían vuelto locos atacándose entre sí. No es una hipótesis tan descabellada como suena, pues episodios de ese estilo incluso con escenas de canibalismo, se dieron en el durísimo frente invernal, pero desde luego fueron más puntuales y ocasionales y nunca afectando al grueso de una división al completo Además parece que los finlandeses encontraron entre los destrozos sacos y tiendas con provisiones todavía visibles.

Las hipótesis más misteriosas apuntan y por eso esta historia ha aterrizado en nuestro espacio, hacia la existencia de una monstruosa criatura del folklore finlandés que precisamente dicen habita en esos bosques, el aterrador Surma.

Este ser, una especie de híbrido extravagante entre oso, lobo y humanoide, con terribles garras y colmillos y una fuerza descomunal, ostenta el nada tranquilizador título de guardián del Tuonela, que sería algo así como el inframundo de las leyendas finlandesas. Es la encarnación de la muerte súbita y sobre todo violenta, teniendo el simpático trabajo de evitar que las almas condenadas puedan escapar de allí abajo.

Se dice incluso que mediante unos determinados y oscuros poemas, puede ser invocado para provocar una muerte atroz a quién se le encomiende como objetivo.

Ni qué decir tiene que entre los habitantes de las zonas cercanas pronto comenzó a correr la voz de que el terrible Surma había dado buena cuenta de las tropas invasoras, historias que por supuesto también llegaron a los soviéticos, que ciertamente acusaron el golpe psicológico con temor.

Eso explicaría el horror que se encontraron los primeros soldados en llegar, la extrema brutalidad de lo allí visto y que los rusos no hubieran sido capaces de repeler al enemigo que les atacó tan ferozmente provocando la sangrienta carnicería, que excedía con mucho cualquier cosa vista en combate por las tropas finlandesas y luego las soviéticas de refuerzo.

Sin embargo hay una tercera teoría, que preferían los altos mandos soviéticos mucho más que admitir la existencia de monstruos asesinos, pero que los finlandeses nunca quisieron aclarar.

Hablaba de que en realidad el asalto lo habían protagonizado unas unidades de mottis que llegaron antes que los otros soldados de su país. Las tropas especiales habrían pillado por sorpresa en la noche a los soviéticos con un ataque relámpago desde varias posiciones logrando una victoria rápida y contundente.

Posteriormente y sabedores de que eso podría causar un impacto y daño psicológico mucho mayor en el enemigo que una simple derrota militar por dura que fuera, los mottis habrían preparado a conciencia al atroz escenario para poder lanzar al viento las historias sobre monstruos extraordinarios, infundiendo el terror en los invasores, manteniendo rigurosamente el secreto de la intervención para conseguir que el conjunto lograra su objetivo.

Eso explicaría también que las unidades regulares que fueron enviadas allí y llegaron en primer lugar al campamento tampoco supieran nada de otras tropas amigas que hubiera operado en la zona, cosa que al parecer incluso preguntaron por radio a sus mandos desde el macabro campamento, obteniendo la respuesta oficial de que ninguna otra unidad finlandesa estaba ni siquiera cerca de allí.

En cualquier caso, ese sangriento episodio ocurrió realmente y el auténtico final de aquella desventurada división soviética sigue estando envuelto en la bruma del desconocimiento tantos años después.

Sea por locura, por un audaz asalto o, mucho más inquietante, por la intervención de una criatura sobrenatural que todavía estaría al acecho en aquellos bosques, esos hombres perecieron de una manera atroz sin que sus armas les sirvieran de nada, dando lugar a uno de los episodios más alucinantes y misteriosos de la Segunda Guerra Mundial.

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