Si hablamos de mascotas y más concretamente de relaciones especiales con sus amigos humanos, la mayoría pensaríamos en especial en perros y gatos, o quizá otros animales como caballos, aunque desde luego son muchas las especies que pueden llegar a lograr una unión sorprendente con un humano.

Y por supuesto entre ellas hay no pocas que en principio no suelen ser tenidas en cuenta desde esa perspectiva, incluso aunque nos parezcan simpáticas o adorables, pero esas relaciones que se establecen no suelen llegar más allá de la búsqueda de un alimento fácil, por ejemplo, que los humanos bien intencionados podemos proporcionar en ocasiones.

Esto es visible muy a menudo en los parques y jardines de nuestras zonas urbanas, donde animales digamos “salvajes”, se han acostumbrado a nuestra presencia, a recibir nuestra atención y también a esperar esos complementos a su dieta que muchos les llevamos.

Pero también hay zonas en las que somos los humanos los que nos adentramos en territorios silvestres para asentarnos y en los que la fauna no nos suele ver de entrada como unos visitantes amistosos, prefiriendo siempre guardar las distancias.

Eso no impide que de alguna manera misteriosa, algunos animales sepan diferenciar aquellos humanos que merecen esas precauciones y los que, por el contrario, les ayudarán si lo necesitan.

Un encuentro especial de este tipo, que se ha prolongado en el tiempo de una manera que nadie hubiera imaginado, es el vivido por una familia norteamericana residente en el estado de Carolina del Sur, en concreto dentro del condado de Greenville.

Es una zona que tiene cerca grandes espacios naturales como los Bosques Nacionales de Nantahala y de Chattahoochee o la algo más reducida Área Silvestre de Mountain Bridge, por lo que los residentes del condado no son ajenos a la vida animal salvaje.

Y por supuesto, la fauna autóctona no ha tenido más remedio que tomar nota de la presencia de esos seres de dos patas que poco a poco van invadiendo sus territorios, cosa que han hecho con la cautela general recomendable.

Entre estos nuevos vecinos y visitantes humanos se encuentran Brantley Harrison y su familia, residentes, como decía, de la zona. Ellos son además grandes aficionados a la Naturaleza, por lo que no es raro que frecuenten esas zonas silvestres que les rodean.

Bella recién llegada.Fue en una de esas salidas campestres cuando tuvieron el encuentro que cambiaría sus vidas. Un día de octubre del año 2009, la familia oyó unos gemidos cerca del camino, entre la espesura del bosque. Al acercarse, descubrieron un amontonamiento de ramitas con algo en su interior.

Pronto se dieron cuenta de que lo que tenían a la vista no era otra cosa que un nido de ardillas, que seguramente debía haber caído del árbol junto al que estaba. Y en su interior distinguieron cuatro pequeños cuerpecillos temblorosos.

Los sacaron y efectivamente comprobaron que se trataba de cuatro crías de ardillas, que calcularon tendrían quizá unos tres meses y lo peor es que vieron que una de ellas estaba herida, como si hubiera sido atacada por algún animal.

De la madre no vieron ni rastro por los alrededores. Dedujeron con tristeza que posiblemente algún búho había atacado a la familia y producto de la embestida el nido había caído al suelo.

Esperaron un rato mirando por las zonas próximas por si atisbaban a la madre, pero tras un rato sin verla comprendieron que no iban a dejar ahí a las pequeñas y menos estando una bastante herida. De hecho, los Harrison ya habían sido rescatistas de algunos otros animales anteriormente, por lo que tenían experiencia.

Así que dicho y hecho, cogieron el nido y las crías y se las llevaron a su casa. Fueron a un veterinario donde revisaron a todas y comenzaron a curar a la herida. Las dieron nombre a todas según encontraron que eran machos o hembras y de ahí salieron, Larry, Moe, Curly y Bella, la ardilla herida.

Bella.Para Enero, todos los animalitos estaban en buenas condiciones y listos para volver a su medio, incluida Bella, que tras los cuidados constantes de toda la familia se había recuperado por completo de sus heridas, sin embargo, los Harrison decidieron esperar un poco para no devolverlas a la Naturaleza en pleno y crudo invierno.

De esta forma siguieron manteniendo a las ardillas a buen recaudo en la calidez de su hogar y estrechando lazos con ellas, especialmente con Bella, que desde el principio, casi como si quisiera agradecerles lo que habían hecho por ella, se había mostrado la más cariñosa y amistosa con ellos.

Por fin, en la primavera de 2010, llegó un soleado día en el que decidieron devolver a las pequeñas a su entorno natural para que pudieran seguir su vida de ardillas en libertad. Así lo hicieron y como estaba previsto todas ellas corrieron a los árboles y acabaron desapareciendo de su vista en pos de su nueva vida.

Los Harrison quedaron contentos por la labor cumplida y aunque como en otras ocasiones les quedaba algo de pena por perder el contacto diario con sus amigos, sabían que era lo mejor para los animales, aunque ya no los volvieran a ver tras su liberación, pues en realidad no dejaban de ser animales salvajes y libres.

Así esperaban también que ocurriera en esta ocasión. Sin embargo, misteriosamente, las cosas tomaron otro rumbo, porque esta vez, pasada algo más de una semana desde la liberación, la familia se vio sorprendida una mañana por unos golpecitos que se oían en la puerta de cristal de su salón que daba salida al jardín trasero.

Bella y su amigo perruno.Cuando se acercaron para mirar, encontraron que el perro de la familia ya estaba allí parado frente a algo que al principio no distinguieron, pero que cuando se aproximaron todavía más se dieron cuenta que no era otra que la pequeña Bella.

Sorprendidos, abrieron la puerta y la ardilla corrió a los brazos de Brantley, trepando por la pernera de sus pantalones, como tenía por costumbre. Toda la familia la colmó de carantoñas y la dieron algunas de sus golosinas preferidas como las nueces.

La ardilla estuvo con ellos un par de horas y luego volvió a irse a su refugio en el bosque. Ellos quedaron bastante asombrados por la visita, pues era la primera vez que les ocurría algo así con una animal devuelto a la Naturaleza, pero desde luego les encantó.

Aunque lo que para nada esperaban es que esas visitas se iban a convertir en una costumbre ya que prácticamente cada día, Bella aparecía por allí para compartir unas horas con sus amigos humanos dentro de su plena libertad, por lo que estaba claro que ella iba a visitarles porque realmente quería hacerlo.

Pensaron que quizá volvía atraída por la comida fácil que la ofrecían, pero en ese caso, lo mismo podían haber hecho sus hermanos que sin embargo nunca han vuelto a la casa y además en el bosque las ardillas tenían todo el alimento que podían necesitar.

Se podía pensar también que Bella no se terminaba de adaptar al medio o que tenía algún miedo extremo debido a su experiencia de juventud, pero en ese caso debiera haber querido quedarse permanentemente en casa de los Harrison, buscando ese refugio seguro, cosa que no hacía, pues cuando decidía que había terminado la visita, se encaminaba al bosque tranquila y confiada.

Con la familia 1.Con la familia 2.Los Harrison no tienen duda de que de alguna manera se ha creado un vínculo intangible entre Bella y ellos que no se había dado con otros animales a pesar de que hubieran podido tener con ellos similares atenciones.

Y lo cierto es que ese vínculo ha permanecido en el tiempo por ocho años, durante los que la ardilla no ha dejado de visitarles regularmente, hasta el día de hoy. Juega con ellos, acepta sus nueces y claramente se nota que disfruta con esas visitas tanto como los Harrison buscando sus mimos a la vez que ella les ofrece los suyos.

Únicamente hubo un período de interrupción de las visitas, hará como cosa de un año, cuando por un par de semanas la ardilla no apareció. Llegaron a preocuparse pero pensaron que era ley de vida, que quizá había decidido vivir ya completamente salvaje y que bastante suerte habían tenido con esa amistad tan inesperada.

Sin embargo les esperaba otra sorpresa, porque un día, Bella apareció de nuevo. Estaba herida en un pie y los Harrison se aprestaron al rescate de nuevo. Pero la simpática ardilla les reservaba otra novedad, al atenderla se dieron cuenta de algo más. ¡Estaba preñada!

Ambas cosas explicaban el porqué de su ausencia esos días, así que Brantley y su familia le prepararon un cálido refugio en una caja y comenzaron a tratarle el pie. Esta vez, la inteligente ardilla sí decidió que era mejor permanecer en la casa de sus amigos humanos y allí se quedó.

Lo mejor vino unos días después cuando Bella que había mejorado mucho de su herida, fue a buscarles plena de excitación y por lo que vieron empeñada en que la acompañaran a su caja. Al mirar dentro todos quedaron encantados al contemplar una camada de tres ardillitas recién nacidas y en perfecto estado. ¡Bella les estaba presentando orgullosa a sus bebés!

Bella y sus bebés.Lógicamente eso hizo que decidieran seguir teniendo a todos de huéspedes para que Bella pudiera hacer la primera crianza de sus bebés en la seguridad de su compañía. Y así fue como pasó.

Hoy en día la familia Harrison sigue viviendo la increíble experiencia de su amistad con Bella, que de nuevo sigue con sus visitas, tras proporcionarles momentos irrepetibles como poder cuidar y conocer a los propios hijitos de aquella frágil ardillita a la que ellos ayudaron de pequeña.

Es, desde luego una bonita historia de unión entre humanos y animales, que podéis de hecho seguir más de cerca, puesto que Bella tiene su propia página de Instagram con más de 38.000 seguidores y de la que, para terminar este relato, os paso el enlace:

https://www.instagram.com/cidandbella/?hl=en.

 

Etiquetas:

Categorías: Mamíferos