Son muchas las personas que mantienen una marcada prevención cuando se trata de hablar de serpientes.

Es evidente que no son pocos los condicionantes sociales, psicológicos, subconscientes y por supuesto también puramente biológicos, que pueden llevar a ello.

Y dentro de todos hay una característica de estos reptiles que sin duda está siempre muy presente, como es la de su potencial capacidad de ser letales para el ser humano por su arma más potente: El veneno.

Esto es especialmente significativo en el grupo de los proteroglifos, con los elápidos (Cobras, mambas, corales, serpientes marinas, taipanes…) y el de los solenoglifos, con los vipéridos (Víboras) y los crotálidos (serpientes de cascabel, mocasines).

Sobre cómo han llegado a evolucionar estos reptiles desarrollando tal arma hay abundante literatura científica que no voy tampoco a desglosar o resumir ahora.

Sin embargo sí me quería referir a otro tipo de explicación que desde el terreno de las leyendas ancestrales vendría a explicar de qué forma se llegó a ello.

La historia procede de los antiguos nativos indios norteamericanos y nos retrotrae a un tiempo muy lejano en el que los hombres y animales vivían en una luz permanente pues siempre era de día y no existía la noche.

¿No existía? En realidad sí, lo que ocurre es que era algo que tenían en exclusiva para ellas únicamente unas criaturas en toda la creación, que no eran otras que las serpientes.

Ellas la utilizaban sobre todo para su protección, pues en aquel tiempo no contaban con su arma más característica y por tanto se sentían en inferioridad frente a los demás animales, por ello permanecían a cubierto con el abrigo que les proporcionaba la noche.

Pero mientras, el resto de seres, incluidos los humanos, tampoco lo tenían fácil, pues con la luz permanente no conseguían conciliar bien el sueño y todos estaban muy cansados.

Fue por esto, que un buen día, el consejo de ancianos indio en nombre de todos los nativos, decidió enviar a un representante a hablar con el rey de las serpientes.

Se les ocurrió que llevase un presente como símbolo de buena voluntad y el mejor artesano fabricó un precioso cascabel dorado que resplandecía con un brillo especial y emitía un sonido muy atrayente. Pensaron que ese obsequio sería del agrado del rey.

Así pues el emisario partió hacia los oscuros y prohibidos dominios de las serpientes adentrándose en la noche hasta llegar al palacio de su rey.

Cuando se encontró en su presencia le transmitió el mensaje, que no era otro que la petición de que las serpientes aceptaran compartir la noche con los demás seres vivos. A cambio los hombres le ofrecían como presente el precioso cascabel.

Cuando se lo enseñó al rey y lo hizo sonar, el mensajero pudo comprobar que el regalo era de su agrado, sin embargo, le puso una objeción, por otra parte bastante lógica, pues le replicó que por mucho que le gustara, qué iba a hacer con ese cascabel dado que no tenía manos para hacerlo sonar.

El indio fue entonces inteligente y acercándose con cuidado ató el cascabel a la punta de la cola del rey con lo que este al agitarla podía hacerlo sonar a su antojo.

Muy contento, le dijo que aceptaba la propuesta y que les concedía un saco de “noche” para que hasta que se gastara pudieran disponer de ella por un tiempo.

Pero claro, el hombre le dijo que estaba bien pero que lo que necesitaban era disponer de la noche ya para siempre y poder tener así un tiempo para descansar, por ello le pidió que fuera más generoso.

El rey meditó por unos minutos y después le hizo una contrapropuesta. Aceptaría compartir la noche con todos por siempre pero a cambio, los hombres debían proporcionar a las serpientes algo con lo que poder defenderse mejor de los depredadores y de sus enemigos, pues en realidad se sentían muy vulnerables.

El indio meditó y se le ocurrió una idea. Le dijo que ellos fabricaban un veneno con el que empapaban la punta de sus flechas para cazar mejor y que podría proporcionarle ese veneno para que las serpientes lo usaran para protegerse.

El rey aceptó y el mensajero regresó a su poblado. A los pocos días y tal como acordaron, volvió con un saco en el que traía su veneno y a cambio recibió el saco especial que contenía la noche.

Desde entonces, todos los seres de la creación dispusieron del ciclo del día y la noche, mientras que las serpientes se hicieron poseedoras de su arma más característica, ese veneno que tan temibles las hace.

Además, las que son descendientes directas de aquel rey de las serpientes, poseen como recuerdo de ello un cascabel en su cola, que hacen sonar como advertencia cuando se sienten amenazadas.

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