Para esta noche de Halloween, que también aquí en España ha pasado a ser una celebración muy popular, no puedo sustraerme a poner mi granito de arena con una historia con su buena dosis terrorífica, aunque el hecho central aparentemente pueda parecer raro pero no siniestro.

Hasta podría pasar por una historia más amable pues los protagonistas son los miembros de una familia y un perro, cosa que en principio tampoco asusta mucho.

De todas formas, yo os lo cuento tal como he llegado a conocer yo esta, vamos a decir más bien leyenda urbana, pues parece ser que de eso podría tratarse en este caso.

Su origen debemos buscarlo por tierras mexicanas, tan ricas en historias y leyendas, pues el relato se ha hecho popular desde allí.

La historia en sí misma nos cuenta que un joven llamado Samuel Trejo, había disfrutado de una tarde de fútbol en el estadio, en compañía de su padre, su tío y sus dos primos.

Al volver, decidieron parar todos en casa del tío para tomar un refrigerio. Al llegar, los dos primos se adelantaron para entrar, según parece por urgencias fisiológicas, mientras Samuel, su padre y su tío seguían charlando junto al coche.

De repente, los tres quedaron alarmados al escuchar unos gritos desesperados que provenían del interior de la casa.

Al entrar a la carrera, se quedaron estupefactos al contemplar al primo mayor intentado permanecer erguido a duras penas mientras tenía graves convulsiones y no paraba de señalar con el índice extendido hacia la mesa del comedor, que entonces quedaba todavía oculta a los recién llegados.

Era evidente su estado de absoluto terror, tanto es así que su pelo aparecía todo de punta y su cara estaba enrojecida por el sofoco, mientras no paraba de gritar y de hacer bruscos y súbitos movimientos inconexos.

Hasta tal punto lo vieron negro, que los dos adultos se vieron en la necesidad de atarlo a una silla para evitar que se pudiera lastimar o lastimarles a ellos. Entonces el chaval quedó sollozando como en estado de shock, pareciendo que ni siquiera estuviera allí.

El desconcierto y temor de los familiares no paraba de crecer ante lo insólito e inesperado de la situación y entonces Samuel pudo ver a su primo pequeño, de seis años, escondido bajo una mesa y también aterrorizado.

Su padre lo cogió en brazos y entonces todos avanzaron hacia el comedor. Lo que allí encontraron tampoco era algo tan horrible, pues pudieron ver un tazón de cereales medio lleno con una cuchara dentro, una de las sillas tirada en el suelo y la puerta trasera de la casa abierta como si alguien hubiera salido a toda prisa por allí.

Dedujeron que algún ladrón se había colado en la casa mientras estaban en el partido y había tenido la desfachatez de encima servirse un tazón de cereales y mientras lo tomaba había sido sorprendido por los chicos al llegar y por eso había huido.

Sin embargo no echaron nada a faltar y además eso podría haber justificado una alarma en los chavales pero tampoco ese estado de absoluto terror.

Cuando se decidieron a preguntar al chico pequeño, según cuenta Samuel, que viene a ser como el narrador de esta historia, su primo les dijo algo que les terminó de desconcertar: “El perro come cereal con cuchara”.

Todos quedaron atónitos, no sabían que pensar. Ciertamente, sus tíos tenían un perro, que era el ojito derecho de su tía, pero no alcanzaban a comprender que quería decir el niño con esa frase. Además se daba la circunstancia de que el perrillo no aparecía por ningún sitio.

El pequeño siguió describiendo la escena que encontraron, hablando de un ser del estilo de un perro, pero mucho más peludo y siniestro, que estaba sentado tranquilamente tomándose el tazón de cereales como haría cualquier humano.

Cuando les vio emitió un gruñido y se irguió sobre sus dos patas traseras volcando la silla, para salir corriendo después por la puerta trasera, llevando el terror al cuerpo de los dos hermanos.

Ante la insistencia de sus familiares, el pequeño acabó por hacer un dibujo de lo que tuvieron delante. Lo que plasmó en el papel, parecía ser un ser con un remoto parecido con el perro de la familia, sentado y comiendo los cereales con la cuchara. Dicen que el inquietante diseño fue el origen de los que luego han circulado por internet para ilustrar la historia.

También, que al ver el dibujo, el primo mayor volvió a comportarse como un loco y en este punto circulan dos versiones, una que dice que se lo tuvieron que llevar a un psiquiátrico para internarlo, en el que estuvo una buen temporada hasta que se restableció aunque con terapia adicional y otra más siniestra que cuenta que tras ser internado acabo falleciendo entre horribles visiones.

Otro punto extraño de la historia es que el perro de la familia nunca fue visto de nuevo, sin que nadie supiera jamás que había sido del mismo.

Desde entonces, la historia se ha convertido en una famosa leyenda urbana, con ese halo misterioso en el que no se sabe bien cuánto hay de realidad y de invención en la misma.

En cualquier caso, se antoja una buena historia para una noche de Halloween como la de hoy ¿No os parece?

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