Seguro que la mayoría de vosotros habéis oído hablar del famoso Parque Nacional Kruger, una de las más importantes y mayores reservas naturales africanas, emblema de la nación sudafricana.

Desde luego sus medidas son imponentes, alcanzando unos 350 Kilómetros de longitud en el sentido norte-sur y unos 60 en el este-oeste, para ocupar unos 19.500 Kilómetros cuadrados de superficie.

Su riqueza faunística es de primer orden, estando representados prácticamente todos los animales característicos de la fauna africana, lo que ha convertido al parque en uno de los principales reclamos turísticos del país.

Sin embargo, es menos conocido que alrededor de la zona suroeste del parque se extienden una serie de reservas privadas que también tienen su riqueza.

Por ello, hace unos años, se impulsó una asociación entre el Parque Nacional y estas reservas para obtener un espacio conjunto. De ahí nació el “Greater Kruger National Park”, que aumentó el espacio natural protegido añadiendo el de las reservas privadas que se asociaron, hasta lograr que la zona total alcanzase los 20.000 Kilómetros cuadrados.

Y es precisamente de uno de estos espacios privados del que os quería hablar. Es posible que también os suene el nombre. Se trata de la reserva de Timbavati.

Este terreno se ha ido haciendo más conocido desde la década de 1970, cuando un naturalista inglés escribió sobre unos de sus habitantes, que eran de lo más curiosos. A partir de ahí, esos animales fueron alcanzando notoriedad, especialmente en los últimos 20 años, cuando se fueron extendiendo ejemplares por los zoos y comenzaron a gestarse los grupos de interesados que han empezado a velar porque sigan existiendo en la naturaleza, pues por desgracia están en grave peligro de desaparición en estado salvaje.

Porque curiosamente esta reserva es el único lugar de la Tierra en donde se ha podido determinar que estas criaturas viven y crían naturalmente.

¿Y qué animales han hecho que el nombre de Timbavati sea ahora mucho más conocido? Pues sin duda unos realmente formidables, unos maravillosos felinos. Hablo de sus famosos leones blancos.

Para los que somos, como yo, enamorados de los félidos en todas sus variedades, es innegable la belleza de estos grandes gatos y la impresión que te producen la primera vez que los ves. Si habíais visto ya imágenes seguro que no opináis muy diferente.

Antes de nada hay que destacar que, aunque lo parezca, con esta población no estamos hablando simplemente de un caso de albinismo, sino que en realidad se trata de una subespecie del león común africano.

Su particularidad reside en que estos leones manifiestan la singularidad de poseer un gen recesivo dentro de los que tienen como función el desarrollo de las capas y colores de pelaje. En este caso es el conocido como gen “chinchilla”. La consecuencia para estos leones es que se produce la inhibición del depósito de pigmentos de color, salvo en las zonas más extremas del pelo, provocando otro fenómeno diferente del albinismo, llamado “leucismo”.

Las crías nacen realmente blancas y luego según se van volviendo adultas, acaban teniendo un color que tira un poco más al crema. En el caso de los machos, las melenas se tornan algo más oscuras, pero nunca tanto como en sus primos de color normal, quedando en un vistoso tono rubio.

Otra característica de esta singularidad es que en no pocos ejemplares sus ojos son de un intenso color azul, aunque también pueden ser del mismo color avellana de todos los leones.

De esta forma se explica científicamente cómo es posible que se creara una población tan especial como la de Timvabati. Ahora bien, lo que no se ha llegado a determinar con la misma claridad es el porqué de que únicamente en esa región se produzca ese fenómeno, sin que se haya observado nada parecido en ninguna otra estirpe de leones a lo largo y ancho del continente africano.

No obstante todo lo dicho, si en lugar de buscar en la ciencia tradicional nos sumergimos en las ricas tradiciones ancestrales, resulta que nos llevaremos la sorpresa de encontrar otra explicación al origen y la presencia en la zona de leones tan especiales.

Ya el nombre de la reserva, Timbavati, nos puede dar una primera pista, pues proviene del vocablo “Tsimba-Vaati”, de la antigua lengua nativa Shangaan y cuyo significado era nada más y nada menos que: “El lugar dónde el león estrella bajó de los cielos”.

Hay que decir también que para todos los habitantes originales de la zona, estos leones han tenido siempre un carácter especialmente sagrado, siendo objeto de veneración y respeto. Y es que según ellos, los felinos blancos son en realidad un regalo de los dioses, hasta el punto de que los denominan “Los hijos del Dios del Sol”, representando el equilibrio y el orden, a la vez que ejercen de mensajeros entre los dioses y los humanos.

Tienen una leyenda, importante para ellos y que se ha transmitido durante generaciones, que narra cómo tuvo lugar la historia y los sucesos mágicos que dieron lugar al nacimiento de tan especial linaje felino.

Según nos dicen, hace casi cinco siglos, gobernaba en la zona una respetada reina de nombre Numbi. Era apreciada por todos sus súbditos por su sabiduría y buen hacer. Entre sus muchas funciones se dice que ayudaba a los niños a nacer y cuidaba que se respetara la Naturaleza y el entorno.

No permitía que ninguna criatura fuera cazada sin necesidad, si no era imprescindible para comer o utilizar su piel para protegerse en el invierno. De ese forma mantenían el equilibrio y daban las gracias a la Naturaleza por protegerles y darles sustento.

Sin embargo, a pesar de que todos apreciaban a su reina, los años iban pasando y la vejez se le acercaba sin haber tenido descendencia que pudiera continuar su labor en el futuro. Finalmente, la reina Numbi acabó siendo una venerable anciana de blanco pelo.

Pero además, las enfermedades comenzaron a hacer mella en su salud hasta que llegó un momento en el que todos sus súbditos comprendieron que no podría resistir mucho más. A pesar de que llamaron a todos los chamanes de los alrededores poco había que las buenas gentes pudieran hacer.

Así fue empeorando la situación hasta que una bellísima noche estrellada, entre todos llevaron a su reina al exterior de su cabaña para que pudiera contemplar por última vez ese cielo que tanto le gustaba. Pero en ese momento de gran tristeza, nadie esperaba lo que estaba a punto de suceder.

De improviso, allá en lo alto una estrella comenzó a brillar más fuerte que las demás hasta que claramente comenzó a descender bañando todo con una brillante y pura luz blanca. Bajó y bajó hasta que se sitúo flotante a centímetros del suelo justo en el claro frente al que estaba la cabaña de Numbi. Todos pudieron contemplar maravillados aquella radiante esfera blanca que iluminaba todos los alrededores.

Entonces, la reina, como si supiera exactamente qué debía hacer, se incorporó con un último esfuerzo y lentamente pero con decisión, caminó hacia la estrella descendida y una vez junto a ella se volvió para mirar a su gente, les sonrió con amor y sin dudar se introdujo en la luz.

La leyenda continúa entonces contando que los testigos pudieron contemplar a través de la translúcida luz cómo unas extrañas formas parecían recibir amablemente a su reina, hasta que la luz se hizo tan brillante que ya no les permitió mirar. Así continúo todo unas horas, sin cambios aparentes, mientras los nativos no quisieron separarse del lugar sin saber qué había sido de su querida reina.

Pero cuando ya estaba cerca el amanecer, comenzaron a producirse cambios, la luz se tornó pulsante por unos segundos y de pronto se produjo un gran estallido lumínico que convirtió la noche en día y cegó momentáneamente a todos los presentes. Cuando pudieron volver a enfocar, se dieron cuenta de que la esfera volvía a moverse y lentamente comenzaba de nuevo a elevarse y al hacerlo les permitió distinguir una silueta que aparecía de pie tras ella.

Mientras la estrella se iba dirigiendo de nuevo hacia su lugar en el cielo, todos pudieron ver anonadados que quién estaba allí frente a ellos era una bellísima joven desconocida, pero sin embargo no había rastro de su reina. Hasta que la desconocida les habló y les dijo “Soy yo”. “Soy Numbi”. Y a pesar de lo que veían sus ojos, todos comprendieron de inmediato que así era y que algo mágico había sucedido aquella noche.

Esa mañana, se organizaron grandes festejos y celebraciones para agradecer el milagro que había acontecido y todos bailaron contentos por el inesperado regreso de su querida reina. La fiesta, de hecho, duró varios días. Pero esas gentes no sabían que todavía quedaba un pequeño capítulo en esa historia.

Unos días después unos hombres acudieron a la cabaña de Numbi para comunicarle un hecho extraordinario. A un par de Kilómetros, habían descubierto que una leona había tenido una nueva camada, pero para su asombro pudieron comprobar que uno de los cachorros era increíblemente blanco como si estuviera hecho de luz.

De inmediato la reina partió con ellos hacia allí y cuando llegaron pudieron ver que efectivamente así era. Numbi no lo dudó y cogió al bello cachorro entre sus brazos sin que su madre se lo impidiera. Pudieron entonces ver que además de su extraño pelaje, el leoncito, pues era un machito, tenía otra característica peculiar: Unos preciosos ojos azules. Desde entonces, la reina lo tomó bajo su protección y con el tiempo se convirtió en un magnífico animal, orgullo del poblado.

Para todos era el recordatorio de aquellos sucesos increíbles que pudieron vivir. Cuidar y respetar a aquel animal era su manera de dar gracias por esa protección y ayuda celestial.

Con el paso de los años y a medida que fue teniendo descendencia, dicen que aquel majestuoso león fue el origen de la estirpe de los leones blancos de Timbavati, cuyos descendientes podemos ver todavía hoy en día en los grupos familiares, mezclados también naturalmente con leones de color normal, que habitan en los territorios de la reserva.

Esta es la leyenda, otra manera de explicar el origen de estos felinos, sin duda más evocadora que la pura ciencia y en la que algunos incluso ven, más que una mano mística, la mano extraterrestre. Recordad las figuras dentro de la esfera que llegó del cielo y luego volvió allí, quizá, dicen, intervinieron para ayudar a la buena reina y luego “crearon” el león blanco como recuerdo de su visita.

De hecho, en la zona de Timbavati hay dos lugares curiosos, uno es el llamado “Lugar de las piedras cantoras”, en donde existen unas curiosas piedras que dicen trajeron una misteriosa tribu en los tiempos de la reina Numbi para celebrar su vuelta y que tienen la particularidad de sonar como una campana cuando las golpean.

Pero también hay por allí un punto denominado “Manyeleti” o “Lugar que une el cielo y la tierra”, donde los antiguos chamanes dicen que se ubica una puerta para unir la tierra y el cielo.

Sea como fuere, el caso es que hoy en día todavía tenemos la suerte de poder disfrutar de los increíbles leones blancos de Timbavati, pero si no nos andamos con cuidado, quizá las próximas generaciones no puedan hacerlo.

Es cierto que muchos zoos del mundo se han incorporado a un programa de cría y mantenimiento para asegurar que haya ejemplares en sus instalaciones y que la gente los pueda ver, pero sin duda lo mejor es poder contemplarlos en su hábitat natural y eso es lo que peligra.

Afortunadamente, hay un movimiento para ayudar a estos animales y hoy en día son muy visibles en los medios y se prodigan las actividades en su apoyo. Ahora por ejemplo, una película largometraje que hasta hace nada ha estado en la cartelera cinematográfica, los ha tenido en la actualidad en todo el mundo.

Se trata de la francesa “Mia y el león blanco” que cuenta la historia de amistad de una niña y un león y que tuvo la particularidad de ser rodada en “tiempo real” durante tres años, para trabajar con el mismo león y que se viera la evolución del animal y la niña. El rodaje contó además con la colaboración y asesoramiento en todo momento del famoso Kevin Richardson, el conocido mundialmente hombre de los felinos y que tantas imágenes imborrables ha protagonizado con sus leones.

También hay proyectos interesantes en la web, como no podía ser menos, que buscan la manera de tener financiación para proyectos de ayuda. Es el caso por ejemplo de la fundación White Lions, impulsada por dos animosas mujeres, Linda Tucker y Leslie Temple-Thurston, que podéis visitar en su propia página: https://www.whitelions.org.

Esperemos que entre unos y otros, se consiga que estos bellísimos felinos puedan todavía reinar en su territorio de Timbavati, por muchos años más, como han hecho durante siglos.

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