Cuando se dan a la vez circunstancias que nunca sucederían de una manera natural, a veces el resultado puede ser sorprendente y hasta misterioso.

Animales que todos veríamos como enemigos pueden dejarnos con la boca abierta con su comportamiento.

Una historia así tuvo lugar hace ya unos cuantos años y fue muy comentada en su tiempo, por lo que la traigo aquí ahora como un buen ejemplo.

Los protagonistas fueron un lobo y un burro. Ambas especies no se puedan decir que sean muy amigables la una con la otra. Depredador y presa en el sentido general, pero con el componente extra de que los equinos no es que se dejen atrapar tranquilamente.

De hecho es sabido que en muchas zonas, los burros son utilizados como protectores del ganado suelto en el campo, pues son capaces de enfrentarse a los lobos y no rehúyen la contienda, resultando tan eficaces para esta labor como los más tradicionales mastines.

Pero sin embargo, lo que os voy a contar no siguió para nada por esos cauces. Para empezar, hemos de remontarnos al año 2007.

Allá por el mes de mayo, en la campesina localidad de Patok, ubicada en el norte de Albania, tuvieron lugar los hechos, que habían comenzado cuando unos habitantes de la zona lograron capturar vivo un solitario lobo.

Lo metieron en una gran jaula en la granja de uno de ellos, sin saber muy bien qué hacer con el animal.

Quiso la casualidad que por entonces otro vecino estaba pensando en cómo desprenderse de un burro que tenía y al que ya veía mayor para seguir trabajando en el campo.

No se sabe quién fue el “ingeniero” de tal idea pero el caso es que a aquellas gentes se les ocurrió que una buena manera de deshacerse del animal podría ser dárselo de comida al lobo, lo que pensaron que además sería un buen espectáculo para ver.

No voy ahora a dedicar líneas a describir mi valoración de tal idea, pero bueno, el caso es que así lo hicieron y entre todos hicieron al burro entrar a la fuerza en la jaula del lobo, que por cierto se mantenía en el último rincón sin moverse, evidentemente abrumado por su situación.

Lo que pasó en las siguientes horas fue efectivamente un espectáculo, pero desde luego nunca en la forma que los hombres habían imaginado.

Mientras pensaban que el lobo se abalanzaría de inmediato sobre el equino, lo que daría lugar a una sangrienta pelea a muerte, lo cierto es que de entrada ninguno de los dos animales hizo absolutamente nada. Simplemente se miraban desde rincones opuestos pero sin hacer ningún gesto el uno hacia el otro.

Aburridos al cabo del tiempo, los mirones acabaron retirándose a sus casas, en la idea de que cuando volvieran al día siguiente todo habría acabado ya.

Pero no fue así, pues ambos animales seguían ilesos sin que hubiera en ellos el más mínimo rastro de enfrentamiento. Dejaron pasar ese día sin más que rascar.

Al lobo habían estado sirviéndole algunas sobras mientras decidían su futuro y cuando al otro día vieron que el burro seguía tan campante, se resignaron y fueron a echarle algo de comer mientras ahora pensaban en el burro.

Entonces sucedió algo inaudito. Al acercarse a la jaula el burro también retrocedió y avanzó hacia el rincón del lobo, pero este, lejos de mostrarse agresivo, se ocultó tras el otro y ambos hicieron una increíble piña ante los humanos.

Desde ese instante, fue como si los dos animales hubieran comprendido que juntos tenían más oportunidades y a partir de entonces se mostraron unidos como si se conocieran de toda la vida o fueran hermanos.

Sin duda fueron los suficientemente inteligentes para aparcar cualquier comportamiento instintivo o agresivo y además lo curioso es que ambos llegaron a la misma conclusión de que debían aliarse, aunque pareciera contra natura.

Los hombres se mostraron sinceramente asombrados por algo nunca visto, de tal forma que durante unos días se acercaban a dar comida a ambos, habiendo olvidado sus planes iniciales ante lo inusual de la situación.

Lógicamente no pudieron callarse la noticia y pronto, muchos habitantes de la zona se acercaron a ver al burro y al lobo amigos, mientras los dos animales intentaban sobrellevar su triste situación apoyándose el uno en el otro de una manera especial.

Curiosamente, tal popularidad, aunque les producía el estrés adicional de tantos visitantes, fue lo que ocasionó el fin de su cautiverio.

Cuando gente con mejores sentimientos conoció la situación, unos quince días después, se comenzó a promover una campaña para hacer algo. Entonces las redes sociales no habían explotado hasta el punto actual, pero la correspondencia tradicional hizo su trabajo.

Se logró así movilizar al público, que en pocos días había mandado más de 15.000 cartas al gobierno regional para pedir la liberación de los dos compañeros de fatigas.

Y por extraño que parezca, en aquel gobierno tomaron nota y enviaron un funcionario que vista la situación de ambos animales, informó de tal forma que de manera inmediata se envió un grupo de especialistas para liberarlos.

Al lobo, que no era todavía mayor, lo trasladaron a una zona de frondoso bosque no muy lejana para reintroducirlo en la naturaleza, mientras que al burro lo llevaron a una granja santuario para que pasara su jubilación en paz.

Fue así un buen final para una historia que aparentemente empezó con unas perspectivas mucho más siniestras y que nos muestra la misteriosa inteligencia con la que algunos animales hacen frente a situaciones del todo desventajosas para ellos.

Por cierto, al parecer durante tiempo después de esto, los responsables de la granja santuario llegaron a declarar que en ocasiones podían ver cómo el burro se trasladaba al punto más extremo de su finca, cercano al bosque, y en la distancia alcanzaban a vislumbrar cómo un lobo salía de entre los árboles y se acercaba al burro, saludándose ambos animadamente a través del vallado y permaneciendo un rato el uno junto al otro.

Sin duda ambos quedaron unidos por un vínculo especial tras haber compartido su experiencia y no se habían olvidado, mostrando además de inteligencia, agradecimiento mutuo, pues uno y otro salvaron así sus vidas.

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