La religión budista tiene un hueco especial para los gatos, animales que para ellos representan la esencia de la espiritualidad y que consideran transmisores de calma y creadores de armonía.

En algunos escritos llegan a otorgarles poderes sanadores, especialmente a nivel psíquico, pues los entienden poseedores de una luz especial que les capacita para comunicarse con nuestro inconsciente.

Los ven así capaces de llegar a nuestra propia alma, para combatir nuestras tristezas y desasosiegos.

Algunas órdenes budistas los consideran de hecho como personas que han alcanzado la iluminación. Y desde algunas otras los ven como una suerte de pequeños monjes que estuvieran casi siempre meditando, toda vez la facilidad que tienen los gatos de quedarse efectivamente como si estuvieran en meditación, a veces durante horas.

Por ello creen también que si uno no es capaz de crear una conexión con un gato, es porque tampoco llega a hacerlo consigo mismo, con su propio ser interior y siendo así nunca logrará comprender todo el misterio que encierran estos felinos.

Gato y Buda 1.Eso no quita para que en general, sin llegar al nivel de adoración de los antiguos egipcios, los gatos sean respetados y no sea raro observarlos en las cercanías de los santuarios o incluso encaramados en alguna de las estatuas de Buda tan comunes.

Y así, de un país mayoritariamente budista, en su variante Theravada, como es Tailandia, os quiero relatar una interesante historia que ilustra bien a las claras lo que explicaba en estos primeros párrafos.

Curiosamente es una creencia que se ha mantenido muy arraigada entre la gente durante siglos y que, al parecer, en algunas aldeas pequeñas todavía se sigue llevando a la práctica.

Tiene que ver con el momento en que se producía el fallecimiento de algún ser querido. Entonces, debía ponerse en marcha un ritual de lo más curioso.

Consistía en que al finado se le introducía en una cripta en la que también era encerrado un gato ¡vivo!

Pero tranquilos, antes de que os llevéis las manos a la cabeza, habéis de saber que en esas criptas se dejaba siempre un pequeño agujero a modo de gatera.

Y ¿Cuál era su finalidad? Aquí es donde viene la parte más legendaria de la historia, pues la creencia venía a decir que si esa persona había alcanzado en vida el suficiente nivel de espiritualidad, su alma se uniría al cuerpo de un gato para a partir de ahí habitar junto a él.

Gato y Buda 2.Podía ser que el felino tuviera una vida corta o más larga, mientras tanto el hombre, junto al gato, se prepararía recorriendo un sendero espiritual a través de la existencia del propio animal.

Hasta que, cuando a su vez el animal muriera, el alma humana estuviera en condiciones de pasar a un nivel superior pleno de luz.

Por ello, cuando el gato acababa por salir de la cripta a través de esa gatera, los familiares consideraban que la transferencia se había producido y el alma de su ser querido habitaba ya en aquel minino, para seguir su camino de aprendizaje.

Y de Tailandia también viene otra curiosidad, que puede ser visitada, pues la podréis hallar en la biblioteca nacional de Bangkok, la capital del reino.

Se trata del “Tamra Maew”, algo así como “El Libro de los Poemas del Gato”. Hay que decir que aunque se sabe que se crearon varios y con diferente contenido, casi todos se han perdido con el tiempo. Otro de ellos se puede ver en la British Library, donde se bautizó como “Treatise on Cats” (Tratado sobre gatos).

Estos manuscritos seguían un formato tradicional conocido como Samut Khoi, que consistía en plegar en forma de acordeón una tira de papel de morera en la que se contaba lo que fuera menester en ese caso.

En concreto, en estos Tamra Maew, el resultado consiste en una lámina continua que, desplegada verticalmente forma doce digamos folios, que se dividen en dos páginas cada uno, para un total de veinticuatro.

Tamra Meow 1.Se cree que los que han llegado hasta nuestros días proceden del siglo XVIII, cuando Tailandia no era tal sino el antiguo reino de Siam. Están escritos en idioma Thai y lamentablemente son de autor o autores desconocidos.

Y lo que contienen esos antiguos escritos, dando fe una vez más del respeto hacia los gatos, era una recopilación de las razas típicas del país, con ilustraciones y descripciones exactas de las características identificativas, añadiendo incluso notas sobre comportamiento, carácter, virtudes y en su caso defectos, posibles enfermedades, o, atención, potencial psíquico, lo que indicaba un exhaustivo conocimiento del mundo felino y si me apuráis, hasta de la relación gatuna con otros planos.

Este aspecto era además importante dentro de las descripciones, pues se apuntaban meticulosamente los efectos que tal o cual raza podía producir en su dueño, como atraer la buena suerte, proteger del mal, sanar dolencias, aportar armonía…

Por supuesto está la que sin duda es la raza gatuna más reconocida de las que nos llegaron del reino de Siam, el gato Siamés, que obviamente se llama así por algo. Llamado en la lengua Thai “Diamante de Luna”, este felino, cuyos primeros registros datan del año 1600, se asociaba casi en exclusiva a la nobleza, especialmente a la familia real, que siempre disponía de algún ejemplar.

Tamra Meow 2.Pero además, en los Tamra Maew se describen con todo lujo de detalles otros tipos de gatos típicos, hasta llegar a las 22 razas.

Aparecen así variedades como el Singha Sep (El León), que era negro con manchas blancas alrededor de la nariz, boca y cuello. O como el Thong Daeng (Cobrizo), de un color anaranjado y que decían ahuyentaba el mal.

También estaba el Ninlarat (Zafiro oscuro) de un espectacular negro azabache, o el Saem Sawet (Blanco alternado), con un pelaje negro sobre el que había trazados blancos a lo largo de todo el cuerpo y con unos brillantes ojos dorados.

Tamra Meow 3.Igual de bonito era el Wichien Maas (Diamante de la luna), de color predominante blanco pero con el hocico, cola, orejas y zarpas de color negro. Y por citar otro más, estaría por ejemplo el curioso Kao Taem (Nueve puntos), un gato de pelaje blanco pero en el que destacaban nueve manchas circulares negras.

No hablaré de todos para no extenderme demasiado pero seguro que vale para que os hagáis una idea.

En cualquier caso, espero haberos transmitido ese respeto budista hacia estos sin duda misteriosos animales, aunque lleven conviviendo con nosotros centenares de años.

Recordad por último que según nos dicen esas tradiciones budistas, solo aquellas personas que sepan ver en su propio interior serán capaces de ver también en el interior del gato y podrán aspirar a ganarse su afecto y amor inquebrantables, así como su protección frente a las energías maléficas.

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