Seguramente serán muy pocos los que oigan el nombre “Titanic” y no sepan relacionarlo con su dramática historia.

De hecho, desde que el famoso navío pasó a la posteridad en aquella aciaga noche del 14 al 15 de abril de 1912, nunca ha dejado de estar bajo el foco de la noticia de cuando en cuando.

Eso está sucediendo precisamente en estas fechas, a raíz del mediático suceso del sumergible desaparecido con unos turistas que bajaban a ver los restos del buque y cuyo desenlace es todavía incierto en el momento de escribir estas líneas.

Refrescando de esta forma todo lo acontecido con el Titanic, he recordado una de las muchas historias y leyendas que han circulado a su alrededor y que desde luego es curiosa y no sé si de las más conocidas.

Nos habla de que hubo un ser vivo, un gato, que de alguna manera predijo que algo iba a pasar y consiguió así salvarse y no fue el único.

Veréis, parece que la historia, que luego ha ido perdurando, se originó en principio por el testimonio de una de las supervivientes del naufragio.

La enfermera y asistente de cabina, Violet Jessop, fue la persona que relató los aparentes hechos que luego pasarían a convertirse en leyenda.

Ella misma, tiene una propia historia increíble, puesto que en 1911 había sobrevivido ya a la colisión del Olympic, barco de la clase del Titanic, con el buque de guerra HMS Hawke. En 1912, como decía, logró salvarse también del naufragio del Titanic, pero es que en 1916 estuvo además en el naufragio del Britannic, el otro barco de la clase que quedaba, logrando salvar la vida una vez más.

Por tanto parece una persona que por sus peripecias, tampoco tenía mucho que ganar inventando historias y si lo hubiera hecho, seguramente habría encontrado cosas más jugosas tomándose ella misma como protagonista.

Lo que contaba Violet, es que durante la estancia previa del Titanic durante un año en el astillero de Belfast, antes de ser botado, un buen día apareció por allí un gato blanco que comenzó a vagabundear con frecuencia por el buque y sus alrededores.

Parece que el animal despertó las simpatías de la tripulación, que entonces terminaba de formarse y le acabaron haciendo un hueco en el barco. Hasta le dieron un nombre, que sería “Jenny”, pues habían descubierto que era una gatita.

La minina pronto se habituó a moverse por todo el barco, cazando roedores y buscando las carantoñas de cualquier tripulante con el que se cruzase, lo que además le garantizaba suministros extra. Estaba claro que Jenny se había acomodado perfectamente y estaba encantada en el buque.

Según sigue la historia, a principios de abril de 1912, la gata sorprendió a todos al dar a luz una camada de cinco encantadores gatitos. Es en este punto cuando entre en escena otro protagonista importante de la historia.

Se trata de Joseph Mulholland, (Jim en alguna fuente), un fogonero de origen irlandés que había mostrado un especial cariño por el animal y que entonces buscó acomodo para Jenny y sus gatitos en la cocina, al calor de la lumbre.

Por esas fechas, el Titanic emprendía su travesía de prueba y entrega de Belfast hasta Southampton, puerto desde el que tenía prevista su salida hacia Nueva York en su singladura inaugural y que a la postre resultaría la única.

Durante el trayecto Joseph se convirtió en el principal cuidador de la gata y sus crías y de esta forma llegaron sin novedad a Southampton. El barco atracó en una parada prevista para aprovisionarse y ultimar los preparativos del viaje.

Fue entonces cuando la historia de Violet Jessop, se torna en verdad misteriosa. Al parecer, tan pronto atracaron, Joseph observó algo desconcertante. La gata Jenny, que tan bien parecía vivir alojada en el barco, comenzó a mostrarse nerviosa y a saltar a puerto y volver a embarcar en varios viajes de ida y vuelta, con inquietud.

Hasta que para gran sorpresa de Joseph, pudo ver cómo el animal comenzó a trasladar uno a uno hasta tierra firme a todos sus gatitos, sin querer volver ya a subir al Titanic.

Parece que eso impresionó vivamente a Joseph, que aunque ya había aceptado ser parte de la tripulación hasta Nueva York, de improviso marchó a su camarote, recogió todas sus cosas y renunció.

De esta forma, cuando el majestuoso navío se alejó del puerto inglés rumbo al desastre, Joseph, Jenny y sus gatitos, estaban en tierra contemplando la partida y a la vez salvando sus vidas.

Esto dio origen a la leyenda de la gata que predijo el hundimiento del Titanic. Hay fuentes que dicen que la gata no salió y pereció o que ni siquiera existió, pero aquí podríamos recurrir a otra fuente autorizada.

Se trata del propio Josep Mulholland, puesto que efectivamente abandonó el barco en Southampton y en los años cincuenta del pasado siglo participó en programas y especiales sobre el Titanic, contando su experiencia.

Por ello sabemos que era cierto que estaba en la tripulación del viaje de entrega junto a un compañero, Hugh Fitzpatrick, que le había convencido ya para seguir hasta Nueva York. Pero es igual de cierto que Joseph finalmente decidió desembarcar en Southampton y no seguir viaje.

Hay que explicar que Mulholland habló de razones más mundanas para explicar su renuncia, como un problema que tuvo con uno de los ingenieros que le quiso culpar a él y su grupo de un incidente en una de las bodegas que sufrió una leve inundación o cuando otro responsable le quiso culpar de unas frases insultantes que habían aparecido en una pared, pero eso no fue todo.

Y no lo fue, porque con todo y con eso, Joseph tuvo el valor de declarar que unido a esos desencuentros, él no paraba de sentir una extraña sensación de intranquilidad que no conseguía aplacar y que se disparó cuando pudo observar como una gata abandonaba el barco junto a sus gatitos. Ese hecho le terminó de convencer de que no debía seguir adelante.

De esta forma, el propio protagonista, sin mencionar expresamente el nombre de Jenny, acabó dando en cierta forma cobertura a la historia que había hecho circular Violet Jessop, sobre la gata que predijo la catástrofe.

En cualquier caso, puede que la propia existencia de la gata, ante la falta de pruebas gráficas, pudiera todavía dudarse, pero lo que está claro es que Violet, con todas sus propias vivencias encima, contaba la historia como una testigo de primera mano.

Y desde luego está Joseph Mulholland, del que tampoco cabe duda de que abandonara el barco en Inglaterra, cuando estaba entre la tripulación que debía ir a Nueva York y que ahí dejó sus testimonios años después.

Exagerada o ajustada a la realidad, el caso es que la historia de Jenny, es ya por derecho propio una más de todas las que han acabado conformando la gigantesca leyenda del Titanic.

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