Pollitos.Cuando hablamos de capacidades psíquicas en los animales, normalmente a la mayoría nos vienen a la cabeza algunas especies determinadas y cercanas a nosotros como gatos o perros y solemos pensar que no es tan fácil encontrar trazas de actividad psíquica en otro tipo de especies.

Sin embargo esto no es en absoluto cierto y mirando en otra dirección podemos encontrar ejemplos ciertamente desconcertantes.

Uno de ellos es el que voy a relatar en esta entrada y sus protagonistas son ni más ni menos que unos humildes pollitos recién nacidos, que fueron la parte fundamental de unos estudios científicos que arrojaron unos resultados asombrosos.

La historia tiene también un protagonista humano. Se trata del Doctor en Biología René Peoc’h, nacido en la ciudad francesa de Nantes el 19 de Enero de 1958.

Gran amante de los animales, cuando en 1985 finalizaba sus estudios de Biología comenzó a estudiar y practicar con el fenómeno de la impronta utilizando para ello pollitos recién nacidos.

Konrad Lorenz.La impronta animal es un tipo de comportamiento que se da en variadas especies, siendo notorio especialmente entre las aves. Se puso especialmente de moda allá por 1978, cuando dio a conocer sus estudios con patos y gansos el famoso biólogo y etólogo austríaco Konrad Lorenz (1903-1989), considerado el padre de la Etología moderna, que es la ciencia que estudia el comportamiento animal.

Se denominó impronta animal al comportamiento eminentemente genético que hace que una cría recién nacida, por ejemplo un patito, esté programada para reconocer como su progenitor al primer ser vivo que vea y por tanto lo siga a todas partes.

El Doctor Lorenz aprovechó esta circunstancia para hacer que sucesivas nidadas le adoptaran como padre y madre provocando las típicas imágenes del grupo de patitos tras el hombre en sus paseos. Esta técnica ha sido utilizada desde entonces por numerosos científicos y en la preparación de no pocas filmaciones y documentales.

Eso hizo también René Peoc’h cuando para realizar su tesis doctoral en 1986 se propuso averiguar si los pollitos, animales que en principio no parecían dotados para ello, eran capaces de influir de algún modo en su entorno.

Para ello hizo construir en primer lugar un pequeño robot autónomo que denominó generador digital aleatorio. Este ingenio tenía forma cilíndrica, era de pequeño tamaño y disponía de ruedas para poder desplazarse. Lo interesante es que en su interior disponía de un circuito que generaba aleatoria y constantemente un conjunto de cifras. Posteriormente otro circuito interno las interpretaba como parámetros que definían un ángulo de rotación y una distancia de desplazamiento, entonces el robot se movía según esos datos.

Lógicamente, al estar comandados por un generador aleatorio, el resultado final era una suma de movimientos en el tiempo que describían una trayectoria general errática y completamente impredecible, quedando los giros o desplazamientos en una dirección o en la contraria dentro de lo esperado aleatoriamente siguiendo patrones estadísticos típicos.

Pollito y robot.Para poder completar su experimento, Peoc’h utilizó sus conocimientos sobre la impronta con un nuevo grupo de pollitos, pero esta vez lo hizo de tal forma que las aves identificaran como su “madre” al propio robot.

Una vez terminada la fase de preparación, pasó a las series de experimentos en sí. Dispuso una superficie rectangular cubierta por papel y realizó una serie de sesiones de puesta en marcha del robot.

Hay que decir ahora que otra de las particularidades del artilugio es que debajo disponía de un trazador que era capaz de dibujar su rastro, por lo que al final de la sesión aparecía en el papel un gráfico mostrando cómo había sido la trayectoria completa.

Toda esta serie de pruebas arrojaron unos gráficos similares en cuanto a que respondían a los patrones estadísticos normales teniendo en cuenta los parámetros del experimento.

Ahora bien, lo asombroso vino después cuando realizó una nueva serie de sesiones pero introduciendo un cambio fundamental. Para ello dispuso en un lado del rectángulo de papel una pequeña jaula transparente en la que introdujo un pollito que tenía la impronta del robot. Cuando el animal veía el ingenio en funcionamiento rápidamente se ponía a piar intentando ir a su encuentro, cosa que lógicamente impedía la jaula.

Entonces fue cuando el Dr. Peoc’h pudo contemplar con sus propios ojos algo increíble. El robot que hasta entonces siempre había mantenido la errática trayectoria esperada, comenzó a dar la impresión de tener una especial querencia por querer moverse hacia el lado en donde estaba situado el pollito. Y lo más increíble es que lo mismo sucedió en todas las sesiones que realizó con un pollito de los “improntados”, incluso aunque lo cambiara individualmente.

Al final de todos los grupos de series los gráficos no ofrecían dudas. Las trayectorias del robot parecían haber sido influidas de alguna manera por la conciencia de los pollitos, hasta ser inexplicables estadísticamente o como producto de la casualidad y apuntar más bien a la presencia de algún tipo de telequinesia.

Gráficos de desplazamiento.En la imagen al lado de estas líneas se puede observar uno de esos gráficos, mostrando la imagen superior (A) el patrón de movimiento tipo del robot en solitario con la jaula vacía, mientras que la imagen inferior (B) muestra la evidente diferencia en ese movimiento tipo cuando la jaula estaba ocupada por un pollito.

Ni que decir tiene que lo asombroso y riguroso de sus experimentos le valieron el doctorado. Él personalmente no se atrevió a dar una explicación al fenómeno. Como científico se limitó a constatar la realidad de su existencia.

Sin embargo quedó fascinado y profundizó sobre el tema. Así un par de años después consiguió construir una segunda versión mejorada del robot empleado originalmente y con la ayuda de otro colega, Roger Tanguy, que a su vez utilizaría estos nuevos experimentos para su propia tesis doctoral, amplió los casos de estudio.

En general estas nuevas experiencias corroboraron los datos que fueron obtenidos originalmente. Hubo alguna serie especialmente significativa también y quizá la más destacable fue la de los experimentos con la luz.

Esta vez los investigadores comenzaron criando nada menos que 1.200 pollitos, con la particularidad de que lo hicieron manteniendo a las aves en completa oscuridad. Esto es algo que no les gusta y les inquieta especialmente.

Después comenzaron a aportarles luz artificial en pequeños períodos de tiempo, en los que los pollitos se mostraban más tranquilos, pero cuando les volvían a dejar a oscuras no dejaban de piar.

René Peoc'h.Entonces dividieron a los animales en 80 grupos de 15 individuos y se dispusieron a experimentar. En esta ocasión aprovecharían una nueva característica de la versión mejorada del robot y es que permitía meter objetos en su interior, por lo que le dotaron con una luz suficiente para iluminar su entorno cercano.

Colocaron de nuevo el consabido papel y la jaula en un lado, que en esta ocasión permitía meter dentro a un grupo completo de 15 pollitos.

Dejaron la estancia en penumbra y pusieron el robot a funcionar. Pues bien cuando repitieron la sesión con los 80 grupos de pollitos obtuvieron unos patrones gráficos que mostraban una evidente y marcada tendencia del robot a ir hacia la jaula en nada menos que 57 sesiones de las 80 de la serie, es decir, un sorprendente 71,25% del total.

Esto excedía con mucho los baremos entre el 48,80% y el 50,15% de probabilidad de desplazamiento del robot en una determinada dirección, que se obtuvieron con las serie de sesiones equivalentes de prueba realizadas a priori sin pollitos en la jaula.

Ambos investigadores explicaron a la conclusión que para ellos era evidente que gracias a una fuerza hasta ahora desconocida, los pollitos eran capaces de atraer la fuente de luz hacia ellos. Esta nueva tanda de experimentos acabaron de convencer al Dr. Peoc’h, que desde entonces viene sosteniendo que los animales son capaces de influir psicocinéticamente en su entorno.

Incluyo a continuación un pequeño vídeo actual con una entrevista a René Peoc’h en la que entre otras cosas se hace una reconstrucción de sus experimentos originales, en el Instituto Metapsíquico de París. El vídeo está en su versión original francesa pero creo que sirve perfectamente para visualizar mejor el proceso que siguió.

Tras los experimentos del Dr. Peoc’h, otros expertos y estudiosos del comportamiento animal han ido coincidiendo con los años en afirmar que la memoria, la capacidad de aprender y unos sentidos muy desarrollados en el reino animal son una muestra palpable de la existencia de una inteligencia y una conciencia, que puede estar presente incluso en especies en las que no pensaríamos.

Quizá esto debería impulsarnos a tener un poco más de respeto y consideración con todos nuestros amigos animales.

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