Edward H. McCleery.El Doctor Edward H. McCleery, fue un dedicado defensor de los lobos americanos. Durante las tres primeras décadas del pasado siglo XX, su encomiable labor logró nada menos que salvar de la extinción a una subespecie de lobo.

En aquellos años, al igual que había sucedido con otro animal icónico de la zona, el bisonte, los lobos se encontraban al borde de la extinción por la presión humana.

En concreto una subespecie del lobo gris americano estaba en una situación límite, el lobo de las grandes praderas (Canis Lupus Nubilus).

El doctor instauró un santuario para ellos en una finca de la localidad de Kane, en el estado de Pennsylvania. Allí comenzó por adquirir cuatro cachorros a cazadores que habían abatido a sus padres y comenzó a cuidarlos y alimentarlos por sus propios medios.

Posteriormente durante los años 20 consiguió algunos otros ejemplares de otras zonas y con ellos fue creando el germen de una gran manada.

En 1930, el Servicio de Vigilancia Biológica de los Estados Unidos, le informó de que los lobos de su manada, que para entonces había prosperado con nuevas generaciones, eran oficialmente los últimos lobos de su subespecie existentes, pues todos los demás habían sido exterminados.

Lobo de las grandes praderas.Su historia y su dedicación eran ya conocidas por todo lo ancho y largo del país para entonces y eran frecuentes las visitas de investigadores, aficionados, colegios o periodistas a sus instalaciones. Esa fama también había posibilitado que le llegaran fondos de diversas fuentes y pudiera seguir manteniendo a sus queridos lobos.

Con ellos el buen doctor logró un extraordinario grado de compenetración y afinidad a lo largo de los años y a través de las sucesivas generaciones de animales.

Todos sus visitantes se quedaban asombrados del grado de complicidad que McCleery exhibía jugando e interactuando con sus lobos, a los que denominaba cariñosamente para identificarlos como grupo, los “Lobo Wolves”, utilizando las expresiones española e inglesa para “lobo”.

Tal parecía que se entendían perfectamente el uno y los otros con sólo mirarse. Eso fue así además con todos los animales que habitaron su santuario, sin limitarse a ningún individuo concreto.

Con el paso de los años, su santuario se afianzó como un centro único y de referencia para los aficionados a los lobos de todo el mundo.

Lamentablemente, a principios de 1960 al doctor le fue diagnosticado un cáncer de colon. Siguió al pie del cañón mientras la salud se lo permitió, pero a principios de 1962 ya no se encontraba en condiciones.

Pensando en el bienestar de sus animales y en conservar su legado, decidió traspasar la reserva a un buen amigo suyo que había sido su colaborador en ocasiones y era también un buen conocedor de la Naturaleza y un experto en la biología y el comportamiento de los lobos, Jack Lynch.

Jack Lynch.Él y su mujer Marjorie, acometieron así el reto de continuar con la labor del Doctor McCleery, que aunque por su enfermedad pudiéramos decir que estaba entrando y saliendo del hospital, todavía iba a visitarles algún día para poder abrazar a sus queridos lobos. Pero finalmente en Mayo de ese año tuvo que ser ingresado permanentemente para no salir ya de allí.

Y fue entonces cuando tiene lugar el hecho que hace que esta historia aparezca aquí. Todo sucedió en concreto la noche del 23 de Mayo de 1962.

Esa noche Jack y su mujer se despertaron sobresaltados al oír de súbito el estruendo que provocaban todos sus lobos sin excepción aullando al unísono.

Al salir hacia las instalaciones de los animales, Jack quedó asombrado al ver que efectivamente todos ellos como si fueran uno sólo aullaban con desesperación.

Como experto conocedor del comportamiento del lobo, Jack sabía que ante una alarma o por causas territoriales un lobo o en algún momento varios encadenados, lanzaban sus aullidos al viento, pero siempre por períodos cortos, como de unos veinte segundos, con pausas entre ellos.

Pero lo que según sus propias declaraciones posteriores estaba contemplando era completamente nuevo para él.

Ahí, ante sus ojos, estaba el más increíble coro lobuno que nadie había escuchado jamás. Tanto los ejemplares adultos, los machos y hembras, como los lobeznos, estaban dedicados como si les fuera la vida en ello a aullar a la noche sin pausa. Casi 20 minutos continuados duró aquel espectáculo.

Jack y su mujer casi no pudieron ya conciliar el sueño maravillados por lo que acababan de contemplar pero a la vez intrigados y sin respuestas para explicar aquel comportamiento.

Lobo de las grandes praderas. Cabeza.Tan sólo a la mañana siguiente pudo Jack encontrar una posible causa aunque aquello todavía le pareció aún más asombroso y el momento preciso de hacer esa asociación de ideas quedaría siempre en su memoria, como también declararía a la prensa posteriormente.

Y digo esto porque lo que sucedió aquella mañana fue que a Jack le informaron de que la noche anterior, su buen amigo Edward H. McCleery había fallecido en su cama del hospital, a 60 Kilómetros de allí.

Cuando después Jack quiso saber la hora del fallecimiento, le confirmaron algo que él en su fuero interno ya estaba intuyendo desde el mismo instante en que había conocido la noticia, pues efectivamente la hora exacta de la muerte del Doctor la noche anterior, coincidía milimétricamente con el momento en que todos sus lobos comenzaron a aullar y no pararon por unos increíbles veinte minutos, en homenaje sin duda a quién tanto les había querido.

O al menos eso pensaron sin atisbo de duda Jack y su mujer como siempre transmitieron cada vez que les preguntaron sobre aquella noche.

En sus propias palabras, Jack decía que él sólo narraba lo que pudo ver y oír, que los hechos coincidentes eran esos y que fuera de establecer una relación entre ellos, él, con toda su experiencia de años estudiando a los lobos, era incapaz de hallar alguna otra explicación para lo sucedido esa noche.

Jack Lynch murió en 2006, pero su legado junto con el del Dr. McCleery sigue adelante hoy en día a través de la “Kane Historic Preservation Society”, que además ha hecho extensible su actividad conservacionista a otras subespecies de lobos americanas e incluso a otras especies emblemáticas como pumas, linces, coyotes, búhos o águilas.

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