Cocodrilo.Todos conocemos a esa reliquia de los tiempos pasados que es el cocodrilo. Su aspecto ha permanecido casi sin variaciones durante miles y miles de años.

Este cuasi dinosaurio viviente es sin duda un icono de la fauna y el rey entre los reptiles, provocando todavía hoy en día un justificado respeto en los seres humanos por su potencial depredador.

Quién no ha contemplado algún documental con los ñúes atravesando el río Mara, en su migración africana, mientras los cocodrilos les acechan y atacan con esa fuerza bruta de tiempos pasados.

O quién no ha escuchado historias de personas devoradas por estos arcaicos pero eficaces animales.

Hay que reconocer que sus características, con esas impresionantes mandíbulas repletas de afilados dientes y su piel acorazada ya le confieren un aspecto formidable.

Y sin embargo, hablando precisamente de ese aspecto de animal tanqueta, encontraríamos que aunque la evolución nos cuenta una historia, las leyendas populares cuentan otra bien distinta.

Hay sobre todo una de lo más curiosa. Procede del lejano país de Namibia, en el suroeste del continente africano y nos explica cómo llegó el cocodrilo a tener esa inconfundible apariencia.

Según dicha leyenda, al principio de la creación, cuando aparecieron los animales, el cocodrilo fue uno de los que habitaron esa tierra primigenia.

Cocodrilo brillo noche.Sin embargo, ese cocodrilo originario no era tal como lo conocemos ahora. Sí en cuanto a su morfología general, pero con una diferencia sustancial, su piel.

Y eso era porque en lugar de la escamosa y rugosa piel que todos conocemos, la del cocodrilo de antaño era lisa y brillante. Tanto que relucía casi como un espejo a la luz de la luna, momento en el que los animales se mostraban más activos, pues por el día combatían el calor sumergidos en el agua.

Lo más curioso es que al parecer, la belleza de esos reflejos comenzó a maravillar al resto de fauna que acudía a beber y refrescarse a los terrenos del cocodrilo en la ribera del río.

Tanto es así que con el paso del tiempo los distintos animales tomaron como costumbre acudir allí no sólo para beber sino también para contemplar y recrearse con el magnífico aspecto del cocodrilo en todo su esplendor, especialmente los días de luna llena.

Cocodrilo brillo.Como es lógico, tanta expectación y admiración no podía pasar desapercibida para el propio reptil, que poco a poco comenzó también a disfrutar con esa adoración y a exhibirse sin el menor recato cada vez que tenía ocasión.

Y claro, la vanidad es mala consejera. Un buen día, el cocodrilo pensó que si los animales nocturnos tanto le admiraban, seguro que los diurnos harían lo mismo, así que decidió exponerse a la vista también durante las horas de luz solar.

Efectivamente, tal y como ya había sucedido antes, los animales que se mostraban más activos durante el día, quedaron igualmente fascinados por el brillo y colorido del cocodrilo, aumentado y magnificado si cabe, por la intensidad del sol.

Hinchado de satisfacción el saurio disfrutaba viendo la cada vez más numerosa representación de otras especies que se congregaban tanto de día como de noche para contemplarlo.

Cocodrilo brillo agua.Sin embargo, esa autocomplacencia evitó que notara algo inquietante que silenciosamente comenzaba a pasar durante las calurosas horas de luz solar.

Al principio tan discretamente como para que ni siquiera se diera cuenta, la brutal fuerza del astro rey estaba empezando a pasarle factura a su preciosa pero delicada piel, que lentamente comenzó a transformarse, agrietándose y acochándose un poquito cada día.

Llegó un punto en el que el cocodrilo empezó a notar algo extraño a la vez que percibió cómo había descendido algo su número habitual de admiradores, pero estaba tan atrapado por su propia vanidad que pensó que todo era algo pasajero y no supo reaccionar a tiempo.

Para cuando quiso hacer algo, su piel había entrado en proceso de cambio irreversible. Tras tantas horas expuesta a la luz solar se había trasformado radicalmente y no había vuelta atrás.

Cocodrilo oculto.En vano intentó entonces no salir más durante el día, pero ya era muy tarde. Finalmente su piel alcanzó el inconfundible aspecto con el que todos la identificamos hoy en día.

Desde entonces, el cocodrilo quedó tan avergonzado que a menudo se esconde en el agua y por eso sólo asoma la punta del hocico cuando está flotando, para que nadie vea en qué se convirtió.

Bueno y hasta aquí el relato, desde luego una curiosa leyenda, que evidentemente no concuerda con los conocimientos zoológicos, pero sin duda tiene también su punto de moraleja que nos puede hacer reflexionar.

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