Hay una historia de leyenda que está especialmente implantada en los países de Centroamérica, según la cual al modo de una suerte de dualidad ying y yang, existen unas criaturas misteriosas antagónicas que atacan o protegen a determinadas personas.

Poseen la forma de unos terribles cánidos más grandes que lobos y mucho más feroces. Su particularidad principal es que unos son negros, mientras que los otros son blancos. Esa diferencia de color indica su misión.

Son los “Cadejos”, que al estilo de los demonios y los ángeles mantienen una batalla permanente en la que unos, los negros, intentan acabar con los humanos que lo merecen, mientras que los otros, los blancos, protegen a las buenas personas del ataque de los primeros.

Los cadejos negros actúan bajo el manto de la noche y atacan principalmente a gente mala o inmoral, aunque a veces, según el país en el que estemos, se piensa que pueden atacar indiscriminadamente a cualquiera que se cruce en su camino. De esta última forma circula la leyenda, por ejemplo, en Honduras o El Salvador.

Sin embargo, existe una fuerza contrapuesta, ya que a la vez, los cadejos blancos también patrullan los caminos en la oscuridad de la noche, para proteger a los que se aventuran por ellos, especialmente si son buenas personas.

Según se cuenta, la medianoche es la hora que marca la aparición de ambas criaturas, que se mantienen activas hasta altas horas de la madrugada, justo antes de que empiece a clarear.

Lucha de cadejos.Como podéis imaginar, eso da pie a que inevitablemente ambos cadejos confluyan alguna vez sobre una misma persona. Entonces, el cadejo blanco no dudará en entablar un feroz combate con el negro para mantener a salvo al humano. En el fragor de la lucha, usualmente éste consigue huir y ponerse a salvo.

Sin embargo, no siempre sucede así y por ello ha habido desapariciones de personas a lo largo del tiempo que en las mentes de los lugareños han quedado asociadas a la intervención del cadejo negro, que haría trizas a sus víctimas hasta hacer que no quede rastro de ellas.

Hay alguna variante, como por ejemplo en Nicaragua, por la que el ataque de la bestia es más bien psicológico, pues el efecto que produce deja al infortunado vivo pero prácticamente catatónico.

Lo que si resulta coincidente en las diferentes versiones de la leyenda, es que si eres una mala persona, borracho, delincuente o gente, digamos, de mal vivir en general, las probabilidades de ser atacado por un cadejo negro aumentan exponencialmente.

Por el contrario las buenas personas, virtuosas y creyentes, o por ejemplo los inocentes niños, tienen todas las papeletas para que un cadejo blanco salga en su defensa o hasta para que el negro las ignore.

Es evidente la analogía con la lucha perpetua entre el bien y el mal, entre el Cielo y el Infierno, que presenta esta historia. De hecho, su posible origen deja bien a las claras este punto.

En las mitologías de los antiguos pobladores de Centroamérica, existía una figura mítica, el “Nahual”, que protegía a los humanos. Cada persona tenía el suyo propio nada más nacer y le acompañaba ya de por vida, al modo de nuestro familiar Ángel de la guarda.

Precisamente, este punto fue determinante para que con la llegada de los conquistadores españoles y sus creencias cristianas, ambas historias se fusionaran y lo hicieran además con otras que hablaban de perros sobrenaturales, tal como el Xoloitzcuintle mexicano o los perros negros fantasmales de los españoles.

Cadejo negro.Cadejo blanco.Con el tiempo, esos ángeles y demonios y esos misteriosos canes, se acabaron fusionando en las figuras del cadejo blanco y del cadejo negro, en lo que a la postre es otra representación de la eterna lucha entre el bien y el mal.

De hecho, en los inicios mitológicos de ambos canes, se considera que uno fue enviado por el mismísimo Demonio, mientras que el otro fue enviado desde el Cielo para combatir al primero y protegernos.

En algunos puntos concretos, como en algunas zonas de México, se piensa también que determinados brujos son capaces de transformarse en cadejos negros.

Sea como fuere, los cadejos son todavía conocidos y temidos por todos los que deben circular por algún solitario camino en la oscuridad de la noche, no fuera que tuvieran la mala fortuna de toparse con los aterradores ojos rojos y la silueta oscura del amenazador cadejo negro.

Para quién tenga esa desdicha únicamente le resta esperar que no muy lejos de allí se encuentre algún cadejo blanco que pueda acudir en su rescate.

Aunque parece que lo mejor para estar a salvo es ser una buena persona, pues quizá así incluso el cadejo negro te deje pasar de largo, mientras que si eres malvado, lo que puede ocurrir es que sea el cadejo blanco el que mire para otro lado cuando el negro te aceche.

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