Hay amistades que trascienden lo que podríamos considerar habitual o normal, pero sin embargo siguen surgiendo a la luz casos que desafían esa normalidad y nos fascinan al pensar en los mecanismos que se han tenido que poner a rodar coordinadamente para llegar al inesperado y sorprendente resultado real.

Por ejemplo, en estos días ha saltado a la palestra mundial un humilde albañil brasileño retirado de 71 años y de nombre João Pereira de Souza. Y lo ha hecho junto con un curioso amigo, nada menos que un pingüino de Magallanes (Spheniscus Magellanicus) al que ha puesto por nombre “Dindim”.La amistad entre los dos arrancó en el verano de 2011, un día que el hombre estaba paseando por la playa de Provetá, en el estado de Río de Janeiro, muy próxima a su vivienda.

De repente quiso el azar que fuera a tropezar con un pobre pingüino que estaba moribundo recubierto de alquitrán probablemente debido a algún vertido próximo. Compadecido del animal, João lo recogió y se lo llevó a su casa para intentar hacer algo para salvarlo.

Dimdim.De la mejor manera que supo y con todo su cariño, logró limpiar al animal y lo alimentó con sardinas cuidándolo hasta que poco a poco el pingüino recuperó su fortaleza. Casi sin darse cuenta forjaron ambos una especial relación de amistad, hasta el punto de que João acabó poniendo nombre al ave. Lo llamó “Dindim”.

Así pasó el tiempo hasta que un buen día, cuando creyó llegado el momento y entendía que el animal estaba plenamente recuperado, lo devolvió a la playa para que pudiera seguir su vida en libertad.

Dindim sin embargo no quiso abandonar al hombre entonces y se mantuvo un tiempo siempre junto a él quizá agradeciendo sus cuidados, hasta que un buen día se echó al mar y desapareció.

João pensó que allí acababa la historia y le quedó la satisfacción interior de haber dado una segunda oportunidad al simpático animal.

Pero como unos cuatro meses después, cuál no sería su sorpresa cuando al regresar un día a su vivienda, encontró un visitante del todo imprevisto. Y es que allí, esperándole, estaba nada menos que el bueno de Dindim.

Estaba claro que el ave había llegado hasta allí intencionadamente, pues de inmediato le obsequió con todo el ceremonial de gestos y carantoñas con los que los pingüinos se relacionan e interactúan entre sí.

Durante los siguientes ocho meses permaneció junto al hombre. Los dos juntos paseaban, nadaban, pescaban y pasaban todo el tiempo juntos disfrutando de su compañía.

Al final volvió a irse. Pero a los pocos meses estaba de vuelta para pasar otra larga temporada junto a João. Y eso ha continuado pasando hasta la fecha, año tras año, de tal forma que están separados unos cuatro meses y juntos los ocho restantes.

Buenos amigos.Ni que decir tiene que en estos años han forjado una unión entre ellos que resulta asombrosa. Como ejemplo, a pesar de que el animal ya se ha hecho una celebridad y por supuesto está acostumbrado a ver y tener cerca todo tipo de personas, no consiente que nadie más que João lo toque o acaricie y llega incluso a dormir en su regazo, algo completamente insólito.

¿Y cómo se ha venido a explicar esta curiosa relación? Las teorías convergen en considerar un poco corriente cóctel entre el comportamiento habitual de esta especie y algo de tipo podríamos decir casi sentimental ligado en este caso a un individuo en concreto.

Es decir, se mezclaría por un lado el comportamiento migratorio habitual del pingüino de Magallanes, que puede viajar hasta cerca de 8.000 Kilómetros por temporada para llegar a sus colonias de cría en la Patagonia por unos cuatro meses y luego el resto del año lo pasa en sus zonas habituales de alimentación en el Norte.

Por otro lado se encontraría el caso concreto de Dindim que le haría desviar un poco su curso normal con respecto a sus congéneres, para acabar llegando expresamente a la playa de su amigo y pasar ese tiempo en su compañía.

Para el biólogo brasileño João Paulo Krajewski, quién hizo popular el caso al hablar del mismo en una cadena de televisión de su país, todo apunta a algo de ese estilo.

Según Krajewski, que de entrada reconoce que “nunca ha visto nada igual”, dado que el pingüino pasa la mayor parte del año con João, sería más exacto afirmar que en realidad el ave ha fijado allí su residencia y tras su viaje migratorio anual regresa a su hogar.

Momentos felices.Se podría decir entonces que no es que vaya a visitar al hombre, sino que vuelve a su casa y vive con él, habiendo elegido esa zona en la playa de Provetá como su residencia. Al ser estos animales sumamente fieles a su entorno y familia, regresa allí cada año.

Y para el biólogo, Dindim considera al hombre su familia. No cree que lo tome por otro pingüino y por el contrario cree que es consciente de que se trata de otro animal, pero aun así recibió ayuda por su parte cuando más lo necesitaba y eso desencadenó su fidelidad hacia João. Y desde el punto de vista de que a ambos se les ve realmente bien y felices cuando están juntos y evidentemente disfrutan de su mutua compañía, podría pensarse en ellos dos como una familia.

También ha dado su opinión sobre este caso la enfermera Dyan De Napoli, experta enfermera veterinaria de Boston, especialista además en el cuidado y manejo de pingüinos. Es además impulsora desde su blog “The Penguin Lady”, de actividades e iniciativas destinadas a la protección de las diversas especies de pingüinos.

Para ella, Dindim ha redirigido su instinto de pareja natural hacia João. A su parecer, el comportamiento del pingüino así lo indica, pues acicala al hombre y lo defiende de otros animales como perros o gatos, de la misma manera que haría con una hembra.

La historia ha llamado tanto la atención, que incluso periódicos tan poco relacionados con este tipo de historias como el famoso The Wall Street Journal, le han dedicado un reportaje en vídeo, como podéis ver bajo estas líneas.


Sea como fuere, desde luego no es nada corriente esta relación de amistad entre un hombre y un pingüino. Y quizá tampoco seamos capaces de saber interpretar exactamente qué bulle en la cabeza del ave y lo que representa João en su vida.

En cualquier caso, no deja de ser una bonita historia de cariño y amistad, primero por el hombre que no mira a otro lado e intenta dar otra oportunidad cuando más lo necesitaba al animal que le sale al paso y después por cómo el ave, a su manera, ha encontrado la manera de demostrarle todo su agradecimiento a quién por azares del destino se convirtió en su salvador.

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